miércoles, 2 de febrero de 2011

Un hombre en cada puerto


A girl in every port tiene un comienzo curioso, aunque sólo sea por ver a Victor McLaglen haciendo de galán, aunque sea en clave algo paródica. Oficial de marina, se dedica a perseguir cualquier falda que se le cruce en tierra para acabar descubriendo que antes ha pasado por los brazos de un ser mítico, otro marinero que se diría que se ha ido a la cama con todas las mujeres del mundo. Fascinado por este doble que parece anticiparse milagrosamente a su deseo, se lo cruza una noche de francachela y peleas.

A partir de ese momento deciden dejar de utilizar a las mujeres como intermediarias sexuales para acostarse el uno con el otro, y se dedican a vivir su amor por todos los mares del mundo, hasta que la gran Louise Brooks se cruza en su camino. Pero ni siquiera uno de los rostros más hermosos que haya filmado nunca cámara alguna es capaz de romper tamañas pasiones, y el reencuentro final nos da, curiosamente, una de las secuencias emocionalmente más intensas del cine de Hawks, que se ve que en los comienzos de su carrera decidió adelantarse a la lectura gay que algunos crítcos harían de sus películas e hizo explícito el componente homosexual que recorre muchas de esas amistades masculinas por las que es (tópicamente) celebrado.

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