viernes, 18 de enero de 2013

Arraianos



Arraianos comienza con dos mujeres que declaman un texto que parece un Beckett traducido al gallego y filmado por Straub, pero es una pista falsa, ya que la película se entrega a la pura (e hipnótica) captura digital de un mundo que puede considerarse primigenio o en trance de desaparecer. De esta manera, los rostros que la cámara muestra pueden pertenecer a los primeros habitantes de una tierra que está preparada para separarse de la pura materia: de esta guisa, nos encontraríamos ante los primeros momentos del nacimiento de la narración, precisamente el intento de escapar de un bosque que se diría la prakriti primordial; habitantes entregados a ritos de los que todavía desconocen el significado (desde luego opacos para el espectador); o por el contrario tal vez estemos ante una estirpe a punto de desaparecer, entre los últimos jirones de la narración épica, en los que el último duende del bosque no está claro si ayuda o pierde a los excursionistas y los parroquianos que sobreviven en espectrales parajes se reúnen a cantar viejas canciones como última forma de recordar lo que es una comunidad. Curiosamente, como muestra una y otra vez la modernidad artística y narrativa, el adelgazamiento del relato permite disparar las interpretaciones, y es que el vacío que deja el sentido se llena inmediatamente con la proliferación del discurso.

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