(Chesterton, Ortodoxia)
(Hace unos años, en algún bar de, según recuerdo, Gijón, durante la celebración del Festival de cine, en animada charla con Carmen Jiménez, en aquel entonces jefa de prensa de Alta, le comenté que los hijos te anclan en la cordura, frase que le gustó tanto que, desde entonces, siempre que me presenta a alguien me introduce como el autor de esa sentencia, que se ve que le gusta repetir -de hecho, considerándola una especie de modesto regalo, yo no la he vuelto a utilizar-. Con la esperanza de que la frase cobre vuelo por sí sola, anoto aquí su procedencia en la esperanza de pasar a la posteridad como el maestro oral con la obra más exigua de la historia)
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