jueves, 26 de noviembre de 2009

Leyendo a Amat



"Formaba parte de la etiqueta amorosa de los amantes de Extremo Oriente que apenas el hombre había llegado a casa, después de su encuentro nocturno con la amante, debía escribirle una nota con un poema y mandársela de inmediato a través de un mensajero. Sin esperar al día siguiente.

La respuesta de la mujer también debía ser inmediata."


Nuria Amat, Deja que la vida llueva sobre mí.


Desconozco si esta refinadsima costumbre se dio ciertamente en algún código de amor cortés oriental; me gusta pensar que sí, aunque tampoco es improbable que Nuria Amat lo haya inventado como utopía donde deseo y palabra se encuentren. Más adelante leemos


La carta crea un lazo de amor indestructible.


La letra y el amor se construyen mutuamente.


Esta es la primera novela de Nuria Amat que leo, el deseo de hacerlo surgió al leer unas declaraciones de Goytisolo en las que la elogiaba considerándola el mejor escritor español del momento, sin que faltara la imprescindible coda goytisoliana de que estaba marginada por el establishment, en este caso por ser mujer.


Pero al leer la cita inicial recordé que ese mismo texto lo había leído Beatriz Blanco en la presentación de su libro de poemas Poemas del día siguiente, compuesto precisamente por las cartas que se envían la protagonista del libro (una geisha) y sus sucesivos amantes, y ya entonces me quedé prendado de las palabras.


Siendo un libro descaradamente autobiográfico, es curioso como se adapta a la clásica estructura (familiar) de un cuento de hadas: una madre que muere siendo ella ninña, una madrastra malvada que va echándola del espacio familiar, un padre adorado pero demasiado débil para imponerse. El crimen más terrible que cometerá la madrastra será, precisamente, quemar las cartas que escribió el padre, un agujero en el terreno de la palabra que impulsará la escritura (un precioso dibujo de Frederic Amat, el padre de Nuria y una especie de genio discreto y pusilánime -probablemente la meanera más elegante de ser un genio- aparece en la portada de la edición).


A los amigos que se han ido apartando de nuestro lado los seguimos necesitando, pero, ahora, de otro modo. Queremos verlos, con la condición de que sepan mantenerse un poco alejados de nosotros y no vengan a meterse en nuestras vidas con la misma alegría con la un día desaparecieron.


Por más que intentemos recordarlo, el antiguo amigo es sombra que el tiempo ha situado en un lugar más próximo a la muerte que del mundo real en el que pretendemos seguir viviendo.


Si bien el libro está muy elaborado y pulido, el personaje que se dibuja es el de una mujer habitada por la furia (o las pasiones, empezando por la de la escritura y la de la soledad, o al menos la independencia). así que me ha sorprendido encontrarme con esta sonrisa al buscar una foto para ilustrar la entrada.

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