Mercedes y yo nos acercamos a ver Hellboy II, y a los dos nos pareció un soberano rollo. Ella es fan irredenta de los cómics, y andaba medio cabizbaja intentando imaginar qué había movido a Mignola a meterse en esta historia. Como yo no he leído ninguno, y me da igual que el dibujante haya querido comprarse una casa con la pasta que le han pagado o ligarse a Selma Blair en el rodaje, me he entregado a mi pasatiempo favorito, que es teorizar sobre cualquier cosa, y aprovecho esta coyuntura para proponer una categorización de lo que llamaremos el cine de aventuras (o de acción, por ampliar el campo) posmoderno. Las características principales de estas pelis es que:
a) Son larguísimas y no se acaban nunca
b) Los clímax de las secuencias de acción se estiran hasta lo delirante
c) La trama principal suele ser apocalíptica a lo bestia: lo menos que se destruye es la Tierra (El Señor de los anillos, Armagedon), pero lo normal es que la cosa sea cargarse el universo entero mundial (Matrix, Transformers, y la madre del cordero, toda la saga de La Guerra de las galaxias)
d) La puesta en escena es de una aparatosidad pasmosa: hasta la secuencia de transición más anodina se rueda con grúa, y siempre aparecen: 1) travellings aéreos, que articulan el siempre interesante punto de vista de las golondrinas. 2) Un plano larguísimo en que la cámara se pasea por laberintos, baja a las cavernas, o se mete por los conductos del ventilador, todo eso en un plano secuencia imposible.
e) Como consecuencia de todo lo anterior, la supuesta trayectoria narrativa de los personajes no le importa a nadie, empezando por el guionista y terminando por el espectador. El tinglado se sostiene sobre una sucesión de secuencias espectaculares que pretenden atrapar al espectador mediante la fascinación escópica (una estrategia similar a la del porno, por cierto), y se diría que la estructura del relato no es más que una percha de la que colgar mamporros y persecuciones. Con lo que uno se olvida a los cinco minutos del argumento (a ver: que alguien me cuente qué caso había que resolver en Arma letal 2, o que me relate lo que se supone que pasa en Piratas del Carbe).
De hecho, las obras maestras del género (desde La jungla de cristal hasta Kill Bill, por abrir un amplio abanico temporal) suelen ser las más modestas en sus planteamientos argumentales.
En Hellboy II tenemos esa acumulación de temas como para hacer bulto tan habitual en el género: por separado podrían haber dado lugar a estupendas películas (me quedo con la de los hermanos gemelos albinos, vástagos de un linaje condenado a sobrevivir en las catacumbas), pero aquí parecen un catálogo que uno mira más bien aburrido. A Hellboy se le ahorran los conflictos subjetivos de la primera entrega, y se pasa toda la peli haciendo el gamberrete, y su química con la piroquinética es nula (¡Si es que hasta la Selma Blair parece una sosa!, que uno se pregunta si los superhéroes tienen hijos de una manera diferente al resto de los mortales, y no hace falta roce alguno), aunque eso no es nada comparado con el rollito que hay entre la princesa y el colega del grupo que parece un pez, que hace que la vergüenza ajena inunde al espectador.
1 comentario:
para morirse de la risa. yo por lo menos lo he hecho. y he resucitado. besos. b
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