sábado, 9 de enero de 2010

Dancing with the King

En el Real


He estado un par de días viviendo en el Teatro Real, preparando la retransmisión del Acto Inaugural de la Presidencia de la Unión Europea, lo que en teoría me tenía que haber ilustrado acerca de los mecanismos que rigen las esferas donde se mueve el poder de verdad, aunque lo único que puedo decir es algo que se sabe desde siempre, que el poder reproduce la estructura del cosmos y que se articula mediante círculos concéntricos que se van alejando progresivamente del centro irradiador.


Aquí tenemos el núcleo duro del poder simbólico en España, la Reina justo en el eje de la imagen, los Príncipes ligeramente desplazados, las mujeres cerrando la imagen. lo que se puede leer como cierta marginalidad o como que lo femenino es el alfa y el omega del poder: lo centra y lo cierra. En medio, los hombres siempre parecen más incómodos que sus mujeres. Confieso que las tres que aparecen en la foto me gustan bastante y me caen bien, y que tienen pinta de ser bastante más inteligentes que sus respectivos consortes.



¿Hablan de fútbol o de mujeres? Siempre bajo la mirada indulgente femenina, que mira con ternura la eternamente adolescente camaradería masculina, mientras que ellas parecen saber que lo suyo es la competencia feroz. En el equipo de TVE circulan anécdotas entre los veteranos de los eventos gordos sobre las medidas de seguridad que impone la Casa Real, más arbitrarias que draconianas, con lo que me temía que en cualquier momento nos hicieran levantar el portaviones en forma de unidad móvil que teníamos para emitir la muy sobria ceremonia y el espectáculo posterior, o que no dejaran entrar a la mitad del equipo porque habíamos puesto mal los acentos en el listado que mandamos a seguridad, pero luego el control fue estricto pero lógico, inferior al que he vivido en algún pase de prensa de películas de Tom Cruise, donde te requisaban el móvil y te cacheaban.



En el Telediario me enteré de que era la primera vez que María Pagés y Tamara Rojo coincidían en un escenario; yo a un tabique de vivir en directo un acontecimiento tal (sin duda una metáfora de la famosa conjunción cósmica de los dos astros del firmamento progresista a la que asistiremos en los próximos seis meses, astros que sobre todo han coincidido en la ideológicamente avanzada decisión de mandar más soldados a Afganistán, país poblado por extraños lugareños a los que no les hace gracia que su tierra se llene de soldados extranjeros prestos a despanzurrar a sus familiares y vecinos) y me lo perdí, supongo que porque ni la danza ni el flamenco me dicen gran cosa, aunque parece ser que lo que más llamó la atención es que Tamara Rojo bailara con un par de bailarines cubanos.



En El País (que es de donde saco la información, porque anoche lo único que quería saber era cuando podía empezar a desmontar el inmenso dispositivo para terminar pronto y no morir congelado) Roger Salas arremete contra lo que juzga una elección de índole político que adjudica a Moratinos (la información de que la Sinde no tenía ni idea del programa se la podía haber ahorrado porque era obvia), aunque igual era por ahorrar, tal vez el caché de los bailarines cubanos en horas bajas sea inferior al de los españoles, que los de Prisa se han vuelto unos malpensados.


(El) Aire (de) Nuestro (tiempo)


En medio de ese maremágnum de preocupaciones me leo el último libro de Manuel Vilas, que se vende como novela pero que en realidad es un conjunto de relatos pegados mediante un prólogo en el que se nos informa de que lo que leemos son los programas de un canal de televisión del futuro, Aire Nuestro. El prólogo es una versión trash y desmelenada del famosísimo cuento de Borges sobre aquel mapa tan grande que suplanta la realidad que se supone que cartografía, probablemente el relato que más cerca se ha encontrado de anticipar internet. Mi hermana me contó que el libro era una soberana y escandalosa gilipollez, y los amigos de Vilas han escrito por todas partes que es una obra maestra. En la solapa se nos avisa de que Manuel Vilas, además de haber nacido en Barbastro en 1962, "practica ya, como otros escritores de su generación, una forma de narrar del siglo XXI", lo que tal vez sea el mejor gag del libro. A mí los cuentos me recuerdan a las historias de Muchachada Nui: en el Purgatorio Sergio Leone se queja de que los number one estirados, como Bergman y Dreyer, le miran por encima del hombre; o se forman imposibles parejas de poetas, Lezama Lima con Ginsberg, Reynaldo Arenas con Philip Larkin, Lorca con Whitman (los estiradillos de la pandilla), cosas así. Las distancias largas no se le dan bien y los cuentos más extensos pierden fuelle hacia el final, o igual son largos porque no sabe como rematarlos y se los quita de encima, como uno en el que se aparece Elvis al autor para que lleve a cabo un atentado, que empieza bien y se desinfla en la conclusión (bien, siempre se puede justificar diciendo que hace estallar las expectativas narrativas). A mí me parece divertido, pero si me voy a tirar el siglo XXI leyendo esto, igual me paso a las contrarreformistas huestes decimonónicas.

2 comentarios:

´´ dijo...

No he leído nada de Vilas ahora estoy leyendo un libro increíble: La familia Fortuna, de Tulio Stella.

El otro día comentaste que creías que Covadlo era de la generación Nocilla. Voy un poco pez en estas cosas pero me he informado y ahora ya se quien son, pero no los he leído.

Una referencia de la familia Fortuna:

La familia Fortuna, de Tulio Stella, es una obra combinatoria; consta de siete novelas independientes que pueden leerse en el orden que desee el lector, y conforman una historia de conjunto. Cada libro transforma al anterior; así, el sentido de la novela se multiplica, se refracta y adquiere una carga acumulativa. Situada en Berlín, Sicilia, Mar del Plata y remotos parajes unidos por barcos, la obra deriva su fuerza de la versatilidad para contar los peculiares destinos que conforman, en un tapiz unitario, la saga de los Fortuna. La familia Fortuna es una eficaz respuesta al mundo de la globalización, la migración y el exilio. Un atentado terrorista sirve de punto de confluencia a los relatos y les otorga un significativo trasfondo político: unos son desaparecidos, otros víctimas, la mayoría, sobrevivientes. Con aliento épico, Stella recupera la lectura como una forma de la multiplicidad y del azar», (Declaración del jurado del II Premio Casa de América de Narrativa Innovadora: Enrique Vila-Matas, Héctor Abad Faciolince, Juan Villoro, Ana López Alonso y Eduardo Becerra).

Parece ser que si hay un lugar para el romanticismo. El reciente fallo del II Premio Casa de América de Narrativa Innovadora ha supuesto una luz de esperanza en el proceloso mundo de los premios literarios. Los protagonistas: un jurado honrado y una editorial que no impone al ganador. La historia: tras arduas deliberaciones el jurado […] se encuentra con una caja bellamente diseñada en la que hay siete paquetes de folios que suman 700 páginas. El jurado cae subyugado ante la calidad literaria y concede el galardón a La familia Fortuna, de Tulio Stella, un autor argentino desconocido, que presenta como única identificación una foto de hace 30 años y un pasaporte caducado». (ClubCultura

abbascontadas dijo...

No he leído La Familia Fortuna, pero conocía la historia del extenso manuscrito que apareció ante el jurado y que les dejó de piedra. Según creo, Lengua de Trapo publicó la novela en formato estuche con los siete volúmenes por separado.

Pensaba que Covadlo era joven narrador simplemente porque no lo conocía y Las salvajes muchachas del partido estaba publicada por Candaya, editorial independiente que publicó Nocilla dream (su gran pelotazo, aunque luego Fernández Mallo se ha pasado a Alfaguara) y Click, de Javier Moreno, que así de atrevida es la ignorancia. Por cierto, igual tú sabes si es que eligió él la editorial o no encontró quién se la publicara, lo que parece sorprendente, viendo la calidad del libro.