lunes, 8 de febrero de 2010

Cautiverios


Ayer me vi dos películas en las que el cautiverio de un grupo de personas era el punto de partida. El imperio del sol está basada en un libro autobiográfico de J.G.Ballard, que no he leído. En el film el protagonista pierde a sus adinerados padres, industriales ingleses en Shangai a principios de los 40, y se pasa la Segunda Guerra Mundial en un campo de prisioneros para europeos. La mejor parte es la primera, cuando se nos describe una sociedad aislada y ajena a la desgracia que se estaba gestando, con unos padres supercool pero incapaces de articular un discurso que le sirva al hijo para afrontar lo real, que pronto se manifestará de la forma más cruda en forma de invasión japonesa. Hay una secuencia magnífica en que una caravana de Rolls Royce se dirige a una fiesta llena de familias disfrazadas mientras en el exterior se agolpan miles de chinos que intentan entrar en la ciudad. Luego la peli se diluye y resulta aburrida, parece que Spielberg no sabe lo que quiere contar o que es incapaz de narrar el proceso de psicosis adolescente del chaval o lo quiere convertir en un cuento de hadas y no le sale.

Los padres lo pierden en cuanto entran los japoneses, y por el camino aparecen otras figuras paternas menos amigables, una especie de pícaro algo sinietro y poco fiable, norteamericano (interpretado por Malkovitch), un doctor británico honesto y algo insuficiente, que le hará conocer la muerte, aunque el chaval delire la omnipotencia (los británicos están en el film invadidos por la melancolía y cierta inmovilidad, frente a los bulliciosos y marrulleros norteamericanos), y el cruel (sin pasarse) kapo japonés del campo de internamiento. En resumen, una decepción, y aquí la solvencia de Spielberg va en contra del resultado, porque tira de oficio para salvar los muebles, y se acaban notando mucho los trucos.


Por la mañana me vi la primera hora de Los diez mandamientos, que me pareció tan extraordinaria que voy a esperar a tener para mí solo el salón de mi casa durante cuatro horas para vérmela de un tirón y sin interrupciones. Film absoluto, cine total, veo en el Imdb que ésta fue la última obra que rodó Cecil B. de Mille, también productor de sus películas. Desconozco cuanto tiempo dedicó a este proyecto, pero el fragmento que vi requeriría años en nuestros días.



Como en la Biblia se habla poco de los años que Moisés pasó entre la corte del faraón, De Mille tira de Shakespeare para narrarnos intrigas palaciegas, rivalidad entre hermanos, pulsiones femeninas (el sumun del erotismo: la escena en que la hija del faraón extiende una tela transparente y comenta con sus criadas que la guarda para su anhelada noche de bodas) y fastuosas escenas de grupo, como esa especie de musical desmelenado y utopía sexual interracial con que el director se inventa la vuelta de Moisés de una campaña exitosa en Etiopía, de la que regresa con el rey etíope y su desmelenada hija (que le tira los tejos sin rubor al hierático Heston) de prisioneros.


No hay comentarios: