domingo, 14 de febrero de 2010

El padre obsceno


Hay dos secuencias similares en El hombre elefante y Terciopelo azul: aquella en que una figura parterna incestuosa le dice al protagonista que su deseo es tan obsceno como el de aquel.

En El hombre elefante, Bytes, el "dueño" de John Merrick, el que le explota mostrándole en ferias y del que se sugiere que lo prostituye, le echa en cara al doctor Treves, el rescatador de Merrick, que su comportamiento no está tan alejado del suyo, que utiliza al hombre elefante para exhibirlo en cátedras médicas y ascender profesionalemente, e insinúa que hay también un goce oscuro en el interés del médico.

En Terciopelo azul Frank Booth (Dennis Hopper) se lleva a Jeffrey Beaumont a una especie de juerga iniciática especialmente siniestra, y en un momento dado le dice: "Tú eres como yo", apuntando a la oscura pulsión que impulsa a Jeffrey hacia Dorothy Vallens, la inolvidable Isabella Rossellini del film.



La diferencia entre las dos secuencia (y entre los dos films) se sitúa en la presencia en El hombre elefante de una tercera persona, Carl Bomm (John Gielgud), que, situado espacial y jerárquicamente por encima de los dos personajes (espacialmente porque en la citada secuencia se encuentra en un rellano superior de la escalera, y jerárquicamente porque es el director del hospital donde Treves trabaja y John Merrick está ingresado) que se enfrentan especularmente, es capaz de mantener una posición que escapa a los espejismos imaginarios y sanciona positivamente la opción de Treves y le guía en su labor protectora hacia Merrick, impidiendo que adquiera derroteros perversos. Hay un personaje femenino similar, la jefa de las enfermeras, significativamente llamada Mothershead, también de avanzada edad y también refractaria a los espejismos del deseo, y en su caso encargada de mediar en las difíciles relaciones entre el cuerpo de enfermeras jóvenes y esa manifestación intempestiva de goce "puro" que en cierta manera ejemplifica Merrick. Se trata con diferencia de los dos ancianos con más dignidad que aparecen en el cine de Lynch, donde habitualmente los viejos son seres manifiestamente obscenos o idiotas (la otra excepción, evidentemente, aparece en Una historia verdadera).

En Terciopelo azul no hay nada de eso. El film comienza con la "caída" del padre de Jeffrey, que sufre un ataque que le impide articular ninguna palabra. Esa carencia en el campo de la palabra paterna será sustituida por la figura bastante siniestra de Frank Booth, si bien eso no quita que, a la vez, sea especialmente irrisoria, una mezcla en la que Lynch es un experto.
Terciopelo azul contiene la escena primordial más famosa del cine contemporáneo, aquella en que Jeffrey asiste horrorizado, impotente y fascinado, escondido en el armario, a la violación de Dorothy Vallens por Frank Booth, una escena afiladísima que hizo, por ejemplo, que dos personas se marcharan ayer de la filmoteca durante la proyección. Frank se muestra muy violento e histriónico, y exagera hasta tal punto los movimientos del coito que salta a la vista que es simulado: Frank, como se ha comentado a menudo, es impotente, como de alguna manera prueba el que la palabra "fuck" no se le caiga de la boca.
Poco después, Dorothy seduce a Jeffrey, obligándole a entrar en un juego perverso de sadomasoquismo, otra prueba de que nada del goce acontece en sus encuentros con Frank.



Como es preceptivo en el cine de Lynch, tras el encuentro sexual de Jeffrey y Dorothy emerge el brote psicótico: aparece Frank con su banda y se llevan de paseo a la pareja en la parranda citada antes. Siempre se habla del lado oscuro y obsceno que anida en el subsuelo de Lumbertown en el que se interna el protagonista, tal vez se hace menos hincapié en la pasmosa banalidad de ese lado oscuro. En esa escena de iniciación prácticamente no ocurre nada, a pesar del clima opresivo que la recorre constantemente. Primero van al burdel más cutre y aburrido que uno se pueda imaginar, y luego, cuando parece que Frank va a aplicar una inimaginable sesión castradora sobre Jeffrey, le da una paliza de macarrilla de tres al cuarto y lo deja tirado en la calle (nada que impida siquiera los encuentros de Jeffrey y Dorothy). A la postre, el tema central en Lynch no es la tediosa proliferación de pulsiones siniestras y obscenas que bullen por debajo de las tersas apariencias de nuestra apacible cotidianeidad de clase media, sino lo perfectamente aburridas y previsibles que son esas corrientes subterráneas, donde, habitualmente, nada del goce emerge. De ahí esa proliferación de figuras ridículamente siniestras y aparentemente dueñas de un saber que no encierra nada, como esos enanos en salas oscuras con cortinas rojas y demás parafernalia lynchiana (anotar antes de que esta entrada se haga interminable la presencia de un enano "heroico" en El hombre elefante, el que libera del encerramiento a Merrick, le guía a traves de un bosque y le lleva al barco que le devuelve a su hogar).

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