sábado, 19 de mayo de 2012

Después de la batalla



El eterno problema del cine cuando se enfrenta a lo Real, sobre todo en esta época en el que hay una inflación casi infinita de imágenes, es encontrar un hueco para su mirada cuando esta ha sido aniquilada por la sobre exposición a las imágenes televisivas (antaño, a ello se ha sumado ahora youtube y, en general, las redes sociales).

Traducido: ¿Qué puede articular un director egipcio tras la primavera árabe para que sus imágenes sobrevivan a tanto documento en bruto sobre los acontecimientos sucedidos en su país? Detrás de la batalla es el intento fallido de dar respuesta a esa interrogación inacabable. Nasrallah pone en pantalla a diversos personajes afectados por la revolución egipcia, y acaba naufragando en la confusión, cuando no retrocede ante los apuntes más interesantes, como el origen claramente sexual del interés de su protagonista (una periodista progre, separada, inteligente, atractiva, perfecta hasta la extenuación) por uno de los defenestrados por la evolución política, un caballista que vive del turismo y que por sus pocas luces acabó colaborando (modestamente, y de manera algo ridícula) con grupos mubaraquistas, interés erótico que se acaba desdibujando. 

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