lunes, 13 de agosto de 2012

El imperio New age contraataca



   Hacía tiempo que no salía de ver una película tan espantado como el otro día del pase de prensa de Café de Flore, delirio perpetrado por un tal Jean-Marc Vallée a conciencia, ya que en los títulos de crédito no sólo no esconde pudorosamente su nombre sino que aparece en casi todas las facetas: director, guionista, productor y montador, amén de que se pasó por España para dar entrevistas, de lo que se deduce que está contento con lo que ha hecho. Y el caso es que mis compis de trabajo iban soltando tan tranquilos que les había gustado, de lo que deduzco que ha habido un momento en la historia de la sensibilidad estética en que me he quedado descolgado, y que lo que para mí son aberraciones New age acerca de madres locamente posesivas que se reencarnan (literalmente) en mujeres que no acaban de aceptar que el hombre de su vida anda cepillándose a una jovencita, contadas además en ese insoportable estilo puzzle que justifica cualquier desmán estético y narrativo a la par que ahorra todo esfuerzo a la hora de articular la puesta en escena, para el resto son muestra de un exquisito gusto con el que se reinventa el cine romántico.
(En concreto, no salía tan espeluznado de un cine desde que vi Babel, que al lado de ésta es un radical ejemplo de materialismo dialéctico). 

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