jueves, 16 de agosto de 2012

Hatari!



Hatari! pertenece a ese género de relatos en el que lo que una vez ocurrió erróneamente tiene que repetirse de manera "adecuada". Es una estructura muy interesante, que permite definir al relato como aquello que trabaja para que el azar o el caos (lo propio de lo Real) adquiera sentido (lo propio del espacio humano). En el film de Hawks Dallas/Elsa Martinelli se mete en la cama de Sean Mercer/John Wayne por error (una de las secuencias más divertidas de la historia del cine), y la película describe el trayecto de los protagonistas hasta que Dallas vuelve a meterse en la misma cama, ya como esposa de Mercer. Esta estructura no es, por descontado, exclusiva de la comedia: en Gran Torino el coche que el muchacho protagonista intenta robar al principio le es donado merecidamente al final del film, y en La Marquesa de O el protagonista trata inquietantemente de convertir la violación inicial en la boda con la que finaliza el relato, en el que Von Kleist le da la vuelta de una manera bastante perversa a La fuerza de la sangre, la más escandalosa de las Novelas ejemplares que Cervantes escribió.

La aparición en ese mundo muy masculino de los cazadores (aunque curiosamente propiedad de una joven doncella, Brady/Michèle Girardon, actriz francesa que Hawks sacó del universo romehriano, tal vez como guiño cinéfilo por los elogios que el director francés le había dedicado en su época de crítico) de la muy guapa y elegante Martinelli se anuncia en la primera secuencia del film, absolutamente hipnótica, en la que se la tienen que ver con una rinoceronte hembra completamente desbocada que está a punto de llevárselos por delante. A lo largo de la película el desafío que supondrá para el personaje de Wayne el deseo de la mujer y la captura del rinoceronte corren paralelos (una variación del eterno tema de la princesa y el dragón).

Hay que decir que la parte de comedia romántica entre Dallas y Sean es un poco tonta, con esa escena acerca de los besos, que da un poco de vergüenza ajena entre personas con más de trece años, sin contar con el hecho de que resulta raro que la expiremantada y cosmopolita fotógrafa se quede colgada en un sólo día de un tío que le dobla en edad y le triplica en peso. Y que Brady resulte que está enamorada del payaso del grupo (Pockets) tampoco mejora el asunto. Al final, la mejor historia de amor es la que une a Chips y Kurtz, la típica relación filogay que abunda en el cine de Hawks, en la que dos hombres compiten por una chica hasta que se dan cuenta de que, en realidad, lo que les mola es la competición y la chica les sobra.



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