(Advertencia: los que no hayan visto Singulardades de un muchacha rubia -y estén interesados en hacerlo, claro- se encontrarán con muchos datos del argumento)
La última película de Oliveira es un mediometraje de poco más de una hora que adapta un relato de Eça de Queiroz, al que se homenajea de varias maneras. Es de una sencillez tal que es probable que resulte complicada. Comienza con un plano de un tren en el que un revisor requiere amablemente los billetes. En una esquina de la imagen descubrimos a Leonor Silveira, durante muchos años actriz ineludible del director, pero desplazada en los últimos tiempos por actrices más jóvenes. Así que deducimos que tendrá un papel en la trama, pero no el principal (que, a raíz del título, suponemos que corresponderá a una muchacha joven y rubia). Y así es, tras el largo plano inicial pasamos a Ricardo Trepa y a Leonor, y entramos en materia por las bravas. Él, un desconocido, le pide permiso para contarle su historia, que será la que se desarrollará en el film.
A lo que asistimos es un pre o proto-relato, su mínima expresión: un joven descubre a una chica de la que se enamora, y tendrá que superar algunas pruebas hasta conseguirla. Para remarcar esta especie de primitivismo o esencialidad, Oliveira recurre a su afición a la frontalidad y al despojamiento retórico en las interpretaciones.
Hay una figura paterna (un tío) que se opone a los planes del joven héroe, lo que le obliga a hacerse a la mar para buscar fortuna, tendrá que enfrentarse al engaño de un amigo, pero su buen corazón y hacer le permitirá superar obstáculos y llevar a buen puerto sus designios.
Hasta ese momento la rapariga loira ha sido sobre todo una imgen fascinante, entrevista tras un abanico y dedibujada tras una cortina (la viva imagen del fantasma), pero es cuando la relación está a punto de consumarse (en el momento paradigmático de elegir el anillo que selle su compromiso) cuando emerge lo que de real y deseante hay en la mujer, la singularidad del título que no voy a desvelar, aunque tampoco hay demasiado suspense a propósito de ello (desde el principio se nos cuenta que es una historia desdichada). Con el típico humor oliveriano, que tanto nos mola a sus admiradores y tan incomprensible resulta a sus detractores (ellos se lo pierden), la peli se acaba en el momento en que el protagonista descubre la mancha en su objeto adorado y lo rechaza, de vuelta a la narración la cámara ha abandonado el tren, al que observa alejarse desde un puente, con la idea implícita de que la narración probablemente continuará, pero ya sin nosotros de espectadores.
5 comentarios:
Yo estuve el viernes pasado y me llamó la atención el aire onírico de toda la película, como si fuera una pesadilla del protagonista. Esas habitaciones que se echan sobre el protagonista filmadas desde las esquinas, los ángulos oblicuos, el surrealismo de muchas situaciones, la sensación de estar fuera del espacio y del tiempo...
Me gustó la peli, con todos los típicos detalles oliverianos como dices por ahí :)
Un saludo.
A mí fue el momento en que el tío le dice que lo quiere soltero lo que me recordó un sueño, donde suelen parecer personajes que enuncian leyes inapelables y absurdas.
Yo compararía la peli con un friso románico que se hubiera realizado después de pasar por las vanguardias; de alguna manera Oliveira pide un espectador imposible, alguien inocente que además conociera toda la historia del cine.
Estoy de acuerdo con los dos comentarios, pero también pienso que para el conocedor del cine de Oliveira esta no es una película que suponga un reto. Es más como una película de seguimiento, en la que el portugués se reafirma como un producto de las obsesiones e inquietudes de su siglo.
Si los últimos cien años fuesen una ecuación, Oliveira sería el resultado más aproximado.
Ahora que se ha estrenado es un buen momento para repetir.
No sé si Oliveira resuelve la ecuación del siglo, pero sí resume la historia del cine, de una manera diferente a como lo hace Godard, por ejemplo.
Hombre, es que son lenguajes diferentes. No creo que Oliveira pueda ponerse en la misma escala que Godard, aunque como bien dices, ambos podrían resolver la ecuación del siglo.
Quizás Oliveira con más hacierto. No olvidemos que es el que más ha aguantado de todos ellos....
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