miércoles, 21 de octubre de 2009

Jennie


Jennie fue una de las películas que Selznick produjo a mayor gloria de la que sería su mujer, Jennifer Jones. Según cuenta el programa de mano de la Filmoteca, se sintió bastante decepcionado al verla, lo que en su caso era bastante habitual, aunque viendo el film no se entiende los peros que le podía poner: Jennie mezcla con perfecta fluidez dos recurrentes temas del fantástico, el de la mujer que regresa del más allá para conocer el amor que le ha sido negado en vida y el del artista al que se le "concede" un demiurgo femenino que le guíe e inspire en su camino de crecimiento artístico.



Dieterle filma con absoluta convicción esta arriesgada historia, presta al batacazo (pensemos en aquel desastre de Paul Auster, La vida secreta de Marin Frost). Estamos, por supuesto, en el campo del fantasma, aquí modulado en clave sublime (pocos años después Hitchcock rodaría la versión "deconstruida" y siniestra, Vértigo), tal vez porque el "resto" que deja esa presencia fantasmática con la que es imposible el encuentro sexual es del orden de la producción artística, esa obra maestra que Joseph Cotten sólo puede acabar cuando Jennie haya desaparecido de su vida.


(Por cierto, no recordaba la irrupción del color en el último plano del film, el del cuadro, que anticipa la explosión cromática de los últimos planos de Andrei Rubliev, otro filme acerca de la experiencia de la creación)



Tal vez Selznick no podía encontrar nada a la altura de su musa (es fácil imaginar que ese cuadro "absoluto" era una metáfora de la película que le quería regalar, pero esa imposibilidad del arte para alcanzar su meta pertenecería a un cine posterior), pero los espectadores no tenemos por qué compartir esos prejuicios: Jennie es uno de los melodramas más sublimes de la historia del cine.












3 comentarios:

Susana dijo...

Jennie es maravillosa.

¿Y la referencia de Laura? Es un policiaco más que un melodrama, pero Laura también es un fantasma durante un momento de la película, y la musa de una artista enamorado de ella.

Daniel Quinn dijo...

Sí, yo también incluiría Laura en esas pelis de "fantasmas", haciendo díptico con otra de Gene Tierney, El fantasmata y la sra Muir. Aunque claro, Jennie y Vértigo son palabras mayores, siento una debilidad muy especial por las dos :)

Un saludo!

abbascontadas dijo...

Recuerdo que la primera vez que vi Laura estaba convencido de que todo era un sueño de Dana Andrews, que se la encuentra tras quedarse dormido viendo el retrato.
Lo curioso de El fantasma y la Sra Muir es que el fantasma es masculino, y no participa de esa condición de imago cautivadora que fascina a la mirada, se ve que a las mujeres les gustan otras cosas.
La distancia que va de Jennie a Vértigo es la de un cambio de paradigma narrativo, del cine clásico al cine moderno. Si en Jennie tenemos a una Miss Spinney que, de alguna manera, le envía a Joseph Cotten a la angelical Jennie para que encuentre su camino como artista (un fantasma "productivo" que le abre el camino a su obra como artista), el destinador en Vértigo ya es un mentiroso que, bajo la apariencia de un ser fascinante le manda a James Stewart un ser excrementicio. En Jennie queda el cuadro sublime y en Vértigo el despreciable cuerpo excrementicio de Judy (lo que no quita para que Judy sea la verdadera heroína del film). Entre medias y como puente entre ambas situaría La emperatriz Yang Kwai Fei, que tiene una historia parecida a Vértigo (una "simuladora" es utilizada para ocupar el espacio del objeto de deseo perdido del emperador, que no está a la altura de la demanda femenina, por lo que la mujer es aniquilada), pero acaba abriéndose a un horizonte "sublime", el amor que permanece más allá de la muerte.