"La historia del arte debía matar la imagen para que su objeto, el arte, intente escapar a la extrema diseminación a la que nos someten las imágenes -desde las que encantan nuestros sueños y pasan por las nubes hasta las "populares", terriblemente feas o excesivas, ante las cuales cinco mil devotos no dudarían en arrodillarse en bloque-. Matar la imagen era querer extraer del sujeto siempre desgarrado, contradictorio, inconsciente, "bestia" en un sentido, la armoniosa, inteligente, consciente e inmortal humanidad del hombre. Pero existe un mundo entre el hombre del humanismo, este ideal, y el sujeto humano: el primero sólo aspira a la unidad, el segundo sólo se piensa en cuanto dividido, desgarrado, destinado a la muerte. Entender las imágenes - y su eficacia desgarradora- no irá sin el cuestionamiento de este "humanismo" del que la historia vasariana, luego panofskiana, habrá hecho decididamente su coartada."
Georges Didi-Huberman, Ante la imagen, Cendeac, 2010
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