miércoles, 14 de marzo de 2012

Valhalla


Comentaba mi mujer a propósito de Meek's Cutoff que tal vez el indio que se encontraban los peregrinos perdidos era el tonto de la tribu y por eso andaba solo por el campo. Ayer, viendo Valhalla rising, que también va de un grupo de cristianos colgaos que se pierden camino de la Tierra prometida (aquí es literal, pues son cuatro gatos que se van de cruzadas a Jerusalén, aunque teniendo en cuenta que salen de Escandinavia y acaban en lo que parece Escocia uno se puede hacer una idea del percal), tuve también la impresión de que el guerrero protagonista, el Tuerto, era el bobo del Valhalla al que Odín echa de allí para que espabile por estos mundos de Dios (tal vez en castigo por haber echado barriguilla en ese Paraíso para mercenarios de elite).

Se supone que esta peli de Winding Refn transcurre en el Medievo, en un lugar donde la densidad de población es de tres habitantes cada 100 kilómetros cuadrados. La última tribu pagana, formada por seis o siete guerreros, tiene un prisionero (el Tuerto citado) que habla más bien poco y tiene visiones apocalípticas en rojo, que es lo más que sabremos de él. Tras cargarse a la tribu entera se enrola con un grupo de hooligans que se va a Tierra Santa en una cáscara de nuez, que acaba, como la nave de la Balada del Viejo Marinero, varada en una calma chicha que está a punto de llevarse a todos por delante, hasta que recalan en un espacio lleno de helechos y lagos donde se enfrentan a unos indios que parecen salidos del final de Apocalipse Now.

Con una banda sonora que crispa los nervios y un uso efectista del gran angular que se parece bastante al de un alumno en primero de audiovisuales, Valhalla rising se hace simpática por sus desaforadas pretensiones con tan pocos mimbres (sobre todo económicos); si bien se da mucho pisto con alusiones a dioses, infiernos, cruces y demás baratijas religiosas, consigue que a su lado Transformers parezca un tratado serio de cosmología.

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