viernes, 16 de octubre de 2009

La última vez que vi París



Me estrené en el ciclo de Brooks con esta película, que no había visto ni siquiera en televisión. Basada en un relato (o una novela) de Fitzgerald, cuenta con una reconocible constelación, una pareja brillante y frívola que se va al garete por la afición al alcohol y a los cuerpos ajenos; el marido es un escritor en búsqueda desesperada de reconocimiento y el sitio elegido para beberse hasta el agua de los floreros es la Francia de la postguerra. Hay también una niña a la que quieren pero a la que no hacen caso (o no saben qué hacer con ella) y otra pareja que es como un doble sosainas de los carismáticos protagonistas.







Yo me esperaba un melodramón intenso, pero desconcertantemente Brooks opta por un tono monocorde que le da un aire bastante moderno a la película, que a mí me recordó, curiosamente, a...Garrel (que podría haber rodado este guión cambiando alcohol por drogas y la postguerra por los finales de los sesenta).




Pero lo que impide que La última vez... sea la gran película a que apunta es un garrafal error de casting, un Van Johnson que se supone que respira el encanto y el carisma que uno se imagina en los personajes de Fitzgerald pero que resulta inverosímil que vuelva loco a dos hermanas al primer golpe de vista (¡A Elizabeth Taylor!). Mi hija comentó lapidariamente que tenía cara de tonto, y en el film la Taylor y sobre todo un inmenso Walter Pidgeon genial en su papel de padre cínico y bon vivant lo sacan de la imagen con un soplido. Basta imaginar lo que hubiera sido esto con el Bogart de In a lonely place, que este sí parecía un escritor.

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