Susana me ha pegado el rito de leer cada sábado el artículo que publica Muñoz Molina en el Babelia. En el de ayer volvía a uno de sus temas favoritos, el elogio de los testimonios de la barbarie de los totalitarismos del siglo XX (de hecho, MM escribió los prólogos a la estupenda colección que el Círculo dedicó a una notable selección de esos testimonios), muchos de ellos escritos en condiciones heroicas, o como parte de un compromiso ético con la verdad, como es el caso paradigmático de Levi, referente constante para MM. Levi contó muchas veces como él se hizo escritor exclusivamente por la necesidad que tenía de dar testimonio de su experiencia en el campo de concentración, y que para él el miedo a la página en blanco y el bloqueo creativo eran zarandajas sin sentido: sabía perfectamente lo que quería contar (o más bien lo que tenía que contar) y como hacerlo.
El artículo de MM es apasionante porque por debajo de su fluidez transitan muchas de las luchas que todavía se mantienen en torno a la "decibilidad" del Holocausto (incluso el nombre genera polémicas sin fin). Su defensa de los testimonios va contra los representantes de la deconstrucción radical, aquellos que sostienen que ese grado cero de inhumanidad que fue el exterminio masivo de minorías (sobre todo de los judíos) es intraducible a la palabra (o la imagen): cualquier "signo" traicionaría ese horror absoluto, "domesticándolo". MM deja claro que él considera que la verdad está del lado de los testimonios, y si no aquí, en muchos otros artículos ha dejado manifiesto su desprecio por los sofismas de la deconstrucción. Más enjundia tiene su oposición a la narrativización del Holocausto, en la línea (aunque más suave) de Lanzmann, que no para de soltar anatemas contra todo aquel que propone ficciones sobre el asunto, un poco como eco de la citadísima frase de Adorno acerca de la imposibilidad de la poesía después de Auswitch (frase que hasta Steiner dio por periclitada tras Celan). MM elige como objeto de sus críticas La vida es bella y El niño del pijama de rayas, y deja al margen (significativamente, creo yo) La lista de Schinder.
"El Holocausto, en el cine, son parábolas consoladoras de sufrimiento y redención que cada vez intentan menos parecerse a la realidad, sustituyendo su horror por historias edificantes que permiten el halago de despertar sentimientos nobles a cambio de un mal rato y de unas lágrimas: La vita è bella, El niño con el pijama de rayas."
Lo curioso de este párrafo, que no sé si es injusto porque no he visto ninguna de las dos películas que cita, es que trae inmediatamente a la memoria las celebérrimas palabras que Aristóteles dedica a la función catártica o purgativa de las tragedias, con lo que casi podríamos decir que lo mismo que se les critica podría servir para ensalzarlas: dado que el horror es inabordable directamente (al igual que su contrapartida sublime, la faz de Dios), debemos encontrar una manera narrativa (y por lo tanto asimilable simbólicamente) para acceder a esa experiencia, que de otra manera nos dejaría paralizados, como la mirada de la Medusa. Sirva como ejemplo una anécdota del propio Levi, imposible de olvidar para quién la haya leído: una de las razones por las que se salvó fue que entró a formar parte de un equipo que trabajaba en una especie de laboratorio en el campo, merced a sus conocimientos de química y, sobre todo, de alemán. El responsable del equipo era alemán, por supuesto, y un día se manchó las manos, y no teniendo cerca otra cosa donde limpiarse lo hizo sin la menor vacilación en la camisa de Levi. Esta trivial anécdota ilumina magistralmente el proceso por el que millones de personas fueron asesinadas y el mecanismo por el que previamente habían sido consideradas ajenas al concepto de humanidad (vistas literalmente como trapos).
MM cierra el artículo criticando la concepción de la historia como un videojuego que da Tarantino en Inglorious Basterds, si bien sus dardos parece que van más contra los efectos que pueda tener semejante concepción en un público que MM, un tanto apocalípticamente, juzga analfabeto y desinteresado.
"Pero me pregunto qué clase de gratificación ofrece a la cantidad creciente de personas que no saben nada o casi nada sobre lo que pasó de verdad en la II Guerra Mundial y no tienen el menor interés en averiguarlo. La Historia, muertos los testigos, no es el legado inapelable de las generaciones que nos precedieron, sino una variedad de relatos maleables que flotan al azar en la amplitud del olvido y que cada uno adapta, interactivamente, a los caprichos fantasiosos de su narcisismo, personal o colectivo."
Aquí está el quid de la cuestión, y MM útiliza la percha de la peli de Tarantino para dejar clara su diatriba contra el relativismo humanístico. Pero, por mucho que suene bien, la Historia no es "un legado inapelable de las generaciones que nos precedieron", si bien es cierto que corre el peligro de convertirse en ese magma en que cada minoría étnica, racial o sexual espiga lo que mejor combina con su narcisismo identitario y se olvida de todo lo demás.
Y termino contando, para Susana, que a mí Inglorious Basterds me parece magnífica, pero que encuentro el diagnóstico de MM acertado, aunque yerra en el tiro: es en esta película precisamente donde Tarantino intenta escapar más violentamente de ese espacio de gratificación narcisista que es muchas veces su cine, o al menos así se puede interpretar esa pantalla inflamada y ese cine que estalla: no sabremos si IB es un intento logrado de romper esa espacio fantasmático imaginario que es para él el cine, o la apoteosis del goce onanista que encuentra con sus intensos y apasionados artefactos fílmicos, hasta que veamos sus próximas películas (¿alguien se imagina a Tarantino rodando un documental?)
2 comentarios:
El cine de Tarantino me gusta aunque creo que no tiene contenido alguno, es pura forma , una violencia de comic entretenida y es por esa razón que esta película no me ha gustado demasiado , aquí entra en la HISTORIA de forma gratuita y se limita a enfrentar psicópatas . En las otras películas los personajes no eran creíbles de raíz, bueno Jackie Brown un poco más.
Pero la temática no creo que sea la Segunda guerra mundial, compro los disfraces y ya esta, los podría haber comprado de romanos y te hace lo mismo. Vamos que no me parece un cineasta serio.
Bueno, a mí ya sabes que me ha gustado (bastante), aunque es cierto que no es para nada una película de guerra, realmente lo que le interesa es todo lo que gira en torno al cine, empezando por esa secuencia en que se muestra todo el proceso técnico del rodaje, montaje y proyección, un tanto nostálgico, ya que casi nadie monta ya en moviola con la película "física"
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