viernes, 30 de octubre de 2009

Nocilla party


En esta sala tuvo lugar la presentación de Nocilla Lab, para cuando llegamos las gradas estaban llenas y nos sentamos en primera fila. Los dos Fernández estaban en la puerta, saludando a conocidos, y como en toda presentación que se precie un pequeño mostrador tenía ejemplares del libro para animar a la compra. En una barra más concurrida daban botellines de Carlsberg a todo el que quería, que eran (éramos) muchos.




De esta guisa era la instalación, una pantalla donde se proyectaban imágenes de diversa procedencia (yo sólo reconocí un fragmento de Taxi driver, pero también salieron videoclips, anuncios y videojuegos), una mesa, un par de ordenadores, un par de flexos, un par de botellas de agua.


Porque eran dos los Fernández que actuaban, Mallo y Porta. Leyeron fragmentos de la novela, poemas de Mallo, textos teóricos ad hoc y todo resultó un poco pretencioso, entre otras cosas porque la acústica del local era bastante mala y se ve que estos chicos no han dado clases de dicción ni declamación, por lo que el efecto buscado se quedaba a medio camino, aunque por la cara de arrobamiento que se apreciaba en la numerosa concurrencia femenina igual esta apreciación es puramente subjetiva. De fondo sonaba música electrónica, y en un momento dado pincharon un tema de los Smiths, lo que me recordó que, aunque aquello tenía el aire entre desafiante y arrogante de una toma de postura adolescente, Mallo tiene mi edad (42 años), aunque se gaste ese aire de jovencillo despistado.



La verdad es que si las Nocillas funcionan bien como texto de culto para iniciados (o sea, para tirarse el rollo entre snobs -como yo-), elevarlas a paradigma literario dominante me parece que es hacerle un flaco favor; desgraciadamente (para ellas) parece que los siempre perezosos medios de comunicación han decidido concentrar en Mallo todas las virtudes de la figura del escritor "moderno", con lo que se ahorran el trabajo de conocer otros.



De vuelta a casa me encontré con este aterrador anuncio en la marquesina de la parada de autobúa que flanquea mi portal; me acerqué curioso pensando que era un gore de una psicópata caníbal o algo por el estilo, pero es un anuncio de algún ministerio de Zapatero, con una admonición a las parejas para que no se peguen entre allas (maltrato cero, como se dice en la pedestre sintaxis zapateril)

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