No parece que Cemetery of splendeur haya decepcionado a los talibanes de Apichatpong, a pesar de que es una película que durante una parte considerable de su metraje se puede medio entender, aunque a la salida de su visionado haya discrepancias acerca del status de realidad que tienen sus distintas secuencias (mi mujer, que no va nunca al cine, y que piensa que la peli es el pitorreo de un místico, sostiene que sólo el último plano se ancla en el mundo real y que el resto pertenece al mundo imaginal o intermedio), por no hablar de lo divertida que a ratos resulta.
Pero vayamos al tajo: de entrada, Cemetery of splendeur es un film que se carga un festival, porque está tan por encima de cualquier otra cosa que oscurece el resto de lo visto por aquí (sí, yo también soy un talibán del tailandés). Apicha cambia de actores fetiches y deja aparcado a Tong, aunque se trae a su novio/antagonista de Tropical malady, Keng, que aquí le pasa el nombre a otro personaje, una medium que hace de Virgilio de Jenjira Ponglas, protagonista absoluta del film, a la que lo mismo le vende unas cremas que la lleva por un parque que en su día fue un palacio en el que se vivían batallas sacadas de un libreto de Shakespeare o del cine de masas oriental, si bien los numerosísimos productores que aparecen en los títulos de crédito pueden estar tranquilos: sólo vemos un parque (eso sí, maravillosamente fotografiado), que los fastuosos decorados simplemente son descritos por esa hada de ese mundo entre los mundos que es el espacio en el que tienen lugar los relatos de Apichatpong.
¿Qué más? Por descontado, hay un hospital, donde yacen los ya famosos soldados que duermen un sueño eterno (a veces se levantan para dar paseos con sus familiares, pero tampoco está muy claro en qué parte de la realidad ocurre esto, y además luego se vuelven a dormir en los sitios más insospechados), un hospital que al principio es bastante realista hasta que colocan unos neones que lo convierten en un espacio completamente fantasmático, hay diosas hermosas que se aparecen en vaqueros para sus epifanías de andar por casa y hasta comparten los cacahuetes de sus devotas para explicar las cosas que ocurren detrás de lo que vemos, escenas de aerobic en la calles, niños jugando al fútbol, parques poblados por algo que deben de ser como los ángeles de la mitología budista que se dedican a jugar a cambiarse de sitio (para no aburrirse, será).
Después del runrún acerca de la decepcionante selección de cine francés a competición (la prensa internacional ni la tiene en cuenta, aunque a la francesa le mosquea que sea tan floja), lo más comentado en los mentideros cool es el escándalo de haber descendido de división a esta obra maestra absoluta, aunque Apichatpong parecía muy contento en la presentación de Cemetery de estar en Un certain regard ("con el cine más fresco que se proyecta"), teniendo en cuenta lo aburridilla que está resultando la sección competitiva no le falta razón.
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