domingo, 29 de marzo de 2009

Solaris


Una buena copia de Solaris en la Filmoteca, casi diría que demasiado; yo la recordaba con menos nitidez, la que pasaron ayer tenía la precisión de las remasterizaciones digitales. Claro que hacía décadas que no la veía, y a lo mejor el problema era de la memoria, o de la proyección.

Para ser una película relativamente ardua (dura casi tres horas, y tiene los habituales empantanamientos narrativos de Tarkovski) sorprende descubrir la influencia que ha tenido en el cine de ciencia-ficción posterior: junto con su hermana gemela Stalker fijaron para siempre jamás el paisaje de la alta tecnología infalible junto con el deterioro post industrial y los detritus personales y subjetivos. Desde entonces en todas las estaciones espaciales conviven superordenadores con basura y fotos de familia.

Soderberg se cargó en su apreciable remake toda la parte de la angustia metafísica (y su mofa) que tan característica es del director ruso, para quedarse con la historia de amor imposible entre Kris y su objeto de deseo delirante. No recordaba yo que Tarkovski fuera tan fiel a esa parte de la novela, y le sale también una historia trágica y preciosa. Lo otro que Soderberg suprime es la progresiva viscosidad incestuosa que adquiere esa obsesión en el film (y que creo que recordar que tampoco está en la novela de Lem): en un soberbio plano-secuencia onírico marca de la casa (que creo que Tarkovski importa de Mizoguchi) Hary, la mujer que regresa de entre los muertos, se metamorfosea en la madre del protagonista, muy similar físicamente, aunque más distante y fascinante (si cabe).

Como no estoy puesto en la biografía de Tarkovski ni en sus vicisitudes laborales, para mí es un misterio como pudo montar estas películas en la Unión Soviética. Stalker y Solaris cuentan prácticamente la misma historia, la imposible aproximación a un espacio (el planeta "pensante" Solaris, la Zona) donde parece ser que algo de lo sagrado se manifiesta, algo que "sabe" y puede dar respuesta a un anhelo del alma humana. Sin embargo, la principal función de los exploradores es destruirlo (siempre hay científicos de por medio, y un científico en una peli de Tarkovski es malo por definición). Infaliblemente aparecen extraños giros grotescos cuando parece que nos aproximamos a una epifanía, como si el propio director se mostrara avergonzado de sus debilidades espirituales (el caso más terrible ocurre al final de Sacrificio, cuando irrumpen los loqueros para llevarse al protagonista). Aunque el caso más sorprendente es el de Andrei Rubliov, una superproducción que hoy sería imposible rodar (por cuestiones económicas), y que es una de las cintas más conservadoras de la historia del cine, con ese canto nacional-cristiano al nacimiento de la Santa Madre Rusia a través de la mirada del pintor de iconos más importante de la historia, con abundantes citas de San Pablo y con una representación de la Pasión de Cristo que mete porque sí, o para que se vea el paralelismo entre el padecimiento del Salvador y el de Rusia.

Por alguna razón, pensaba que las ínfulas de gran creador de Tarkovski habrían hecho envejecer la película, pero sus planos majestuosos mantienen un poder hipnótico que hace que ver Solaris en pantalla grande sea una experiencia sensorial total.


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