El tema de Misterios de Lisboa es la posibilidad de narar una historia decimonónica en nuestros días, no sólo en su aspecto narrativo (¿se puede todavía articular una narración alrededor de la búsqueda del padre?), sino también visual: ¿cómo filmar un mundo que sólo conocemos por la literatura, aunque creamos muy próximo?.
Si la primera parte contempla una narración folletinesca clásica, con saltos temporales y diversos puntos de vista que van aclarando los misterios del título y del relato, en la segunda se acumulan los puntos de vista de distintos personajes secundarios de la trama que cuentan una y otra vez historias similares (amores imposibles con finales má o menos trágicos), con lo que la peli entra en un bucle casi delirante (hasta los espacios en que ocurren las distintas tramas se parecen bastante). Finalmente el director vuelve a la trama central y recupera a los protagonistas centrales (tanto el huérfano que, al comienzo, sólo cuenta con un nombre de pila, Joao, como el padre Dinis, un sacerdote que va adquiriendo una coloración sobrenaturalmente fantasmática según avanza Misterios de Lisboa, y que a la postre se convierte en el mayor enigma del film) para cerrar el relato con una finta discutible, que aquí no vamos a desvelar.
Resumiendo: a mí me ha encantado.
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