Quiso la suerte y el azar que el mismo día que me desayunaba con Kawase y su extraorinaria Genpin pudiera ver Misterioso objeto al mediodía, el primer largo de Apichatpong Weerasethakul, rodado antes de que nuestro director tailandés favorito se pasara al mainstream y se convirtiera en autor de masas (que eso es lo que parece Tropical malady al lado de esta fascinante marcianada).
Digo lo de la casualidad porque Apichatpong y Kawase me parecen las apariciones cinematográficas más deslumbrantes de la presente década (es cierto que comenzaron en los noventa, pero como no he visto sus trabajos de esos años no quiero que ese dato me estropee el comentario).
Como con el resto de su filmografía, la propuesta de este film es desconcertante y bastante hermética, pero cuando consigues entrar es absolutamente hipnótica. La película comienza con un larguísimo plano por las calles de lo que debe de ser una populosa barriada de alguna ciudad tailandesa, acabamos en los arrabales donde la cámara se centra en una vendedora ambulante de fast food a lo oriental, que cuenta una historia personal bastante triste (fue vendida por sus padres para que estos pudieran comprarse un billete de autobús y volver a su hogar), y a continuación una voz en off le pide que cuente cualquier historia que se le ocurra.
Ella comienza a hablar de dos personajes, a continuación vemos a esos personajes (un paralítico y la profesora que lo cuida), a partir de ese momento diversos niños por toda Tailandia continúan el cuento a la manera demencial en que ocurren estas cosas en las clases de idiomas: que si viene un extraterrestre, que si huyen, que si alguien se convierte en un gigante. Generalmente estás perdido acerca de lo que ves (¿es alguien narrando o es lo narrado?), se insertan imágenes asignificantes que no tienen nada que ver con ninguno de los hilos, cada vez diferentes actores interpretan a los protagonistas del cuento, y los fragmentos son ficcionalizados en estilos completamente diferentes, abarcando un abanico de géneros casi infinita (desde canciones populares hasta realities shows, pasando por lo que deben de ser formas tradicionales tailandesas de teatro).
El estilo es absolutamente apichaponesco, pero intentaba ponerme en la mirada de los espectadores que vieron esta deslumbrante excentricidad antes de que Weerasethakul fuera la actual estrella del cine de autor que es, y, sinceramente, soy incapaz de imaginar lo que hubiera pensado viendo esto hace diez años.
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