miércoles, 24 de noviembre de 2010

Bellow en el metro


Esta entrada es para Susana, que habrá reconocido inmediatamente la foto con la que Muñoz Molina ilustraba su artículo de Babelia del pasado sábado. Allí reseñaba la aparición de un volumen que recogía la correspondencia del escritor judío, cascarrabias impenitente y apasionado defensor del elitismo cultural (o apasionado aborrecedor de la cultura de masas).

El caso es que, hablando de la aberrante moda que nos horroriza en las películas de los 70 y, sobre todo, de los 80, Susana hacía una sentida defensa del look que se gastaban las estrellas de Hollywood en los 40 y 50 (a propósito de Lauren Bacall y Humphrey Bogart), en las que, entre otras cosas, los hombres tenían el detalle y buen gusto de ir con traje y sombrero a todas partes.

Desde luego, el traje y el sombrero que Bellow se gastaba en el año 75 emergen como un desafío: nadie en el vagón de metro viste igual. El escritor es el único pasajero que está en pie, como si fuera retratado como el último baluarte de la civilización occidental, cuya apocalíptica desaparición anticipa en varias novelas; desde luego en El planeta de Mr. Sammler, su libro que más recientemente he leído, donde despotrica contra todo lo que Bloom ha puesto de moda llamar la cultura del resentimiento, y que aquí denominaremos como la deconstrucción. Mr Sammler está escrito a finales de los 60 (ganó uno de esos premios importantes que dan los norteamericanos en el 70), y resume transparentemente lo que su autor opinaba de las luchas civiles y culturales de esa década, y que no es nada bueno. Lo más gracioso es que el protagonista proclamaba orgullosamente que ya sólo leía a Eckhart, y despreciaba a todos los teóricos franceses (y a sus epígonos del otro lado del Atlántico) que en aquella época empezaban a hacer furor en las universidades de su país. La elección resultó premonitoria, y hoy el místico renano cotiza mucho más que la deconstrucción y sus mariachis.

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