domingo, 28 de noviembre de 2010

Route 181


La carretera 181 no existe como tal, designa un viaje a través de la frontera, nunca realizada, entre el estado judío y el árabe establecida por las Naciones Unidas en el 48 para la partición de Palestina. La cámara de Michel Khleifi y Eyal Sivan recorre el paisaje de esa hipotética separación para recoger los testimonios de los que hoy la habitan, judíos, árabes israelíes y palestinos.

El referente explícito de Route 181 es Shoah (que, casualmente, ayer El País ponía al alcance de sus lectores, el mismo día en que la Filmoteca pasaba este documental), y en general el cine de Lanzmann. Así, traza el reverso obsceno de la construcción (que en Lanzmann se quiere heroica) de Israel. Las entrevistas procuran que acabe emergiendo la fantasía que anida en muchos israelíes, evidentemente la desaparición de la población árabe en general. De ahí la incomodidad de muchos de ellos al enfrentarlos al hecho obvio de que la querencia de los palestinos por sus tierras ancestrales participa de la misma estructura que la mitología judía acerca de su relación con Israel, lo que les obliga a contorsiones morales bastante desasosegantes.

Probablemente la peculiaridad de Israel, o una de las razones de que el conflicto entre las distintos grupos étnicos que habitan Palestina sea mucho más mediático que otros enfrentamientos mucho más cruentos o importantes geoestratégicamente, es que allí estamos asistiendo "en directo" a la (enorme) violencia fundacional que da origen al Estado tal como lo entendemos hoy en día, violencia que los estados ya asentados han asimilado más o menos bien a través de sus mitologías nacionales o han dejado en manos de historiadores y escritores (es sorprendente descubrir, por ejemplo, la similitud que hay en el trato de los judíos a los árabas israelíes con el que los judíos sufrían en la España mediaval cristiana -o musulmana, tanto da-, antes de su definitiva expulsión).

Es frecuente caer en la frivolidad de equiparar el trato que sufren los árabes a manos de los judíos con el que sufrieron los judíos en los territorios bajo dominio nazi, comparación casi blasfema y muy ofensiva para los israelíes (además de falsa), por todo lo que representa el Holocausto para los judíos contemporáneos, muchos de ellos descendientes directos de los supervivientes de aquella barbarie (es mucho más fácil mirar en el vecindario y comprobar lo que se parece a lo que los países árabes hacen con sus minorías cristianas). Sin embargo, en numerosos momentos del documental aflora el anhelo de que algo del orden de una Solución Final hubiera ya ocurrido. Que esa eliminación hubiera tenido lugar en un pasado remoto y los israelíes contemporáneos no tuvieran que cargar con el peso de representar una especie de elite ética confrontada al hecho ineludible de que la construcción de un Estado-Nación de fuerte cohesión étnica exige la aniquilación del otro. Route 181 viene a demostrar que lejos de ser una anomalía, Israel es un país como otro cualquiera, y los israelíes unas personas de lo más normal: o sea, unos capullos.

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