Se vino uno de los codirectores (Khalil Joreige) a la Filmoteca a presentar esta cinta de la que se ha hablado bastante, y en la más pura tradición de la adicción al palabrerío teórico que aqueja a los franceses dio toda una disertación antes y después de la proyección acerca de las altísimas pretensiones de Je veux voir, película cuyo argumento es el siguiente: una estrella del cine francés es convencida por un par de directores el día que se presenta en Beirut para asistir a una gala benéfica para que haga una visita al sur del del Líbano en compañía de un actor libanés. Los directores les siguen con una cámara en otro coche, aunque por las maravillas de la técnica no tenemos problemas para escuchar los diálogos entre Catherine y Rabih, que así se llaman los personajes interpretados respectivamente por Catherine Deneuve y Rabih Mroue; y en la segunda secuencia de la película la cámara salta ya al interior del vehículo.
Sólo alguien que no sepa nada acrca del rodaje de una película puede pensar que lo que vemos es un documental. Un ejemplo: la acción transcurre en un día: por la mañana Catherine se presta al viaje (el motor de la ficción es la frase que pronuncia cuando se plantean obstáculos al viaje por parte de sus agentes: "Je veux voir", de la misma manera que lo que puso en movimiento la maquinaria de producción de la película fue la aceptación de Catherine Deneuve para participar en el proyecto, como explicó el director en el coloquio), por la noche están de vuelta para la gala. Pero es obvio que el rodaje duró varios días, lo que implica, de entrada, la presencia de varios camiones, porque Catherine sale maquillada y peinada: furgones de maquillaje y peluquería, de vestuario, roulottes para descansar... Sin embargo, cuando nos muestran el contraplano del dispositivo del rodaje, sólo vemos el coche en el que supuestamente van los directores con el cámara (y el guardaespaldas de la actriz). Esto es perfectamente legítimo; de hecho Khalil explicó en la charla posterior que lo que vemos es una ficción y que el equipo lo formaban 50 personas, las que aparecen en los títulos de crédito, y que había un guión escrito. Pero ese plus de realidad que da el que todos los actores se interpreten a sí mismos y se muevan por las localizaciones reales hace que escenas como aquella en que el coche, inadvertidamente, coja un sendero minado resulten inverosímiles: uno sabe que jamás de los jamases habrían permitido que eso ocurriera en realidad.
Pero. por otro lado (que parece que no me gustó la peli, que no está nada mal) tiene imágenes muy poderosas, como esas de Catherine Deneuve moviéndose entre cascotes y ruinas, perdida y desconcertada. Ahí emerge toda la incongruencia de esa superposición de planos completamente diferentes: una estrella absoluta, una zona deprimidísima bombardeada. De repente nos damos cuenta de lo absurdo que es dar por válidos esos planos en que vemos a Brad Pitt o George Clooney por zonas devastadas por la que sabemos que no van a estar jamás. El problema quizás es que los directores fían demasiado al poderío de esa imagen.
En la presentación el codirector se refirió a una frase de Godard, "A los palestinos el documental, a los israelíes la ficción", que si mal no recuerdo se pronunciaba en Notre musique (película que parte de una premisa semejante, regresar a un lugar que ha sido muy explotado por los media a raíz de una guerra, y buscar qué otras imágenes son posibles). Aquí, la película acierta a escapar a esa exigencia del documental, esto es, a la obligación de la víctima a circunscribirse al rol de narrador de sus desgracias, aunque todavía no ha llegado al momento en que pueda articular una ficción (en este sentido, el film es todo un logro a la hora de moverse entre los dos campos): en la que me parece la mejor secuencia, el equipo se acerca a la frontera, donde negocian con la Finlul (vamos, las tropas internacionales que andan por el sur del Líbano) un permiso para rodar por la zona y caminar por un sendero que lleva a la verja de separación. Significativamente, es Israel quién tiene que dar su aprobación. Cuando finalmente ésta se consigue y Catherine y Rabih se alejan caminando por el sendero (una evidente referencia a todo el cine romántico, esto es, a la posibilidad de que una historia comience) se tienen que detener porque una bomba ha abierto un cráter y no se puede continuar.
La película no saca a ninguna mujer llorando, ese tipo de imágenes omnipresentes durante el conflicto. Nadie habla de muertos. Los carteles de los mártires forman parte del paisaje con el mismo derecho que los hermosos árboles iluminados por la luz del aterdecer o las espigas amarillas de los campos cultivados. Hay ruinas, pero de guerras más importantes: en su paseo por los suburbios chíitas de Beirut, al equipo no le dejan filmar los estragos de los bombardeos; en otra de las grandes secuencias del film, vemos como camiones y excavadoras de afanan en triturar los restos de las casas derruidas, restos que son luego arrojados al mar.
Durante unas horas Catherine y Rabih han compartido plano, han permanecido juntos en la imagen. Tras el regreso, cuando la actriz se viste de gala y se sitúa entre políticos, embajadores, copas de champagne y luces de lámparas de araña, esa contigüidad no parece posible: Catherine busca con la mirada a Rabih, que surge en un contraplano que ya pertenece a otro espacio: la noche, el mar, Beirut, y una huida llena de furia pòr sus calles para cerrar la película.
2 comentarios:
Pues a mí me dio mucha rabia, porque me quedé sin entradas. Ha estado fatal la cosa en los Rencontres estos. Al final sólo pude ver la de Akerman, aunque mereció la pena :)
Gracias por tener al tanto a los que nos lo perdimos!
Un saludo!
Hola, Daniel!
No creo que tengas problemas para repescarla próximamente, la copia proyectada es de la casa árabe, y supongo que circulará con cierta profusión.
D los recontres sólo he visto la de Akerman y ésta, no entiendo como han hecho tan pocos pases.
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