lunes, 3 de agosto de 2009

Roberto Bazlen en el cine


A los escritores les encanta el personaje de Roberto Bazlen (por lo menos a Vila-Matas), al que consideran un colega que tuvo el detalle de no dejar una obra a sus espaldas, un escritor tan perfeccionista y cultivado que nada de lo que escribía merecía ser publicado. Bazlen fue, al parecer, alguien muy importante en el mundo editorial y literario italiano, amigo de todos los escritores importantes, asesor de las editoriales más señeras, y encima de Trieste, una de las grandes ciudades literarias del siglo XX. La verdad es que cuando cuento su historia a mis amigos les parece de lo más normal que alguien lea mucho y no tenga ganas de escribir, casi todos son grandes lectores sin especial interés en fatigar al mundo con más libros, por lo que no le pillan el misterio al asunto. Y a lo mejor es verdad que no hay misterio en Bazlen.

En cualquier caso Danielle del Guidice escribió un relato, El estadio de Wimblendon, en el que el protagonista y narrador se trasladaba a Trieste a encontrarse con viejos conocidos del escurridizo personaje para intentar desentreñar las razones de ese autismo literario, sin que quedase claro las motivaciones de la encuesta. Recuerdo que la novela, publicada por Anagrama, estaba bastante bien, y eso que a mí se me escapaban un montón de referencias.

Por razones ignotas el actor francés Matthieu Amalric adaptó la novela del italiano, y por razones más comprensibles cambió el sexo y la nacionalidad del protagonista, y puso a Jeanne Balibar de francesita que baja a Trieste de vez en cuando a tropezarse con las antiguas amistades del escritor que no escribió. Para mí la película tenía el aliciente de ver Trieste, que no recordaba haber visto nunca en pantalla, con sus calles, cafés, librerías, y su ambiente axfisiante de ciudad de provincias con un agobiante peso cultural a sus espaldas (del que Bazlen al parecer escapó). La elección y omnipresencia de la actriz me estorbaban un poco, pero no me impidió disfrutar de la historia.

Sin embargo, a mi mujer, que ni sabe quién era Bazlen, ni ha leído la novela, ni está interesada en Trieste, le sacaron de quicio las posturitas y tics de la Balibar, y en una comida familiar posterior descubrí que no es la única persona de mi entorno que no aguanta a la actriz. Para ella la película fue una especie de anuncio en que salía todo el rato el rostro de la novia del director en hermosos pero tópicos espacios urbanos con la excusa de una trama muy delgada, y con la extraña pretensión de que las caritas de la niña nos tenían que convencer de que anidaban complejos fantasmas en su interior.

Sirva esta entrada de reflexión acerca de como un texto puede ser entendido de maneras muy diferentes según las expectativas e intereses de cada lector, sin que se puedan establecer jerarquías entre las diferentes experiencias. Como cierre del comentario informo de que Trama publicó hace unos años los esbozos que dejó Bazlen de su novela, bajo el título Un capitán de altura, y con un sucinto prólogo de (cómo no) Roberto Calasso.

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