miércoles, 3 de noviembre de 2010

Todas las parejas del mundo


Hay un elemento fundamental en Copie conforme al que no se le ha prestado ninguna atención, al menos en los (pocos, bien es verdad) textos que he leído acerca de la película, y es que ésta se desarrolla durante un domingo, que, como los lectores de cierta edad recordarán, era el día sagrado en Occidente, antes de convertirse en el único momento de la semana en que se puede salir de cañas o hacer la compra.


Kiarostami inunda el film (y a su protagonista masculino) con recordatorios de los elemntos sublimes que pueblan la cultura occidental, ya sean iglesias, obras de arte o campanas, y sobre todo sitúa en el centro del film a Juliette Binoche, que aquí parece encarnar a una de esas figuras iniciáticas femeninas que según Henri Corbin pueblan esa peculiar rama del Islam que se da en Irán, rama "contaminada" (o enriquecida) por el impresionante legado espiritual del zoroastrismo, del que los persas se muestran muy orgullosos.


Ese Islam está bastante jerarquizado, y así descubriremos que cada personaje tiene sus "maestros", la Binoche (que en el film no tiene nombre) a esa cantinera absolutamente memorable que ejerce de hada madrina y que le concede el deseo de disponer de su objeto de deseo como si fuera su marido de siempre (aunque, como en el caso de la cenicienta, con una hora tope), y James Miller, el (algo petulante) ensayista que a pesar de sus conocimientos de arte se pierde lo que éste tiene de acontecimiento fundacional, a un jean-Claude Carriére que le explica que todo comienza por un pequeño gesto de protección, el grado cero de compañía que una mujer le pide a un hombre (habría que escribir un ensayo sobre las películas contemporáneas que han cifrado en un gesto casi insignificante la posibilidad de volver a crear un espacio humano, como Una historia verdadera o Hadewijch).


Al final del camino nos encontramos con la escena primordial, ese encuentro primigenio (la noche de bodas) que el hombre esquiva y al que, en cualquier caso, se ve confrontado mediante esas campanas que repican y que, desde el principio, han estado del lado de lo femenino. Como a menudo en el cine de nuestro iraní favorito, el hombre puede equivocar el rumbo y perderse en algún laberinto, pero la posibilidad del milagro permanece.

2 comentarios:

Jesús Cortés dijo...

Buen texto, pero nombrar la pésima, irritante película de Dumont es pecado, ya que hablamos de "prejuicios católicos" como decía Don Lope.

abbascontadas dijo...

Gracias por el comentario, Jesús. A mí me encantó Hadewijch. hay que ver las experiencias tan distintas que se puede hacer de un mismo texto.