viernes, 31 de octubre de 2008
La ventana, de Carlos Sorín
miércoles, 29 de octubre de 2008
La pérdida de un diamante lágrima
Addenda a Plus tard...
martes, 28 de octubre de 2008
Plus tard, tu comprendras
Como uno se puede permitir en un blog todo tipo de teorías que pondrían los pelos de punta a cualquier historiador, contaré que desde mi inmodesto punto de vista el pecado original (o trauma fundacional, depende de si se prefiere la terminología teológica o la psicoanalítica, muy precisas ambas) de la Francia contemporánea se sitúa en el caso Dreyfuss, cuyo brote psicótico se desarrollaría décadas después durante el régimen de Vichy, al que sólo la potencia de la industria intelectual del país ha evitado el oprobio de quedar enmarcado entre los regímenes fascistas "duros" (aquí el término fascista se usa en un sentido técnico, describiendo un sistema político que procura articular una supuesta unidad orgánica popular forcluyendo todo tipo de conflictos de clase y étnicos, como fue el caso del obsceno período de la ocupación alemana), mientras se ha desarrollado una hilarante mitología de la resistencia a la que todos los datos que se tienen ponen en entredicho (si bien es cierto que cuando las tropas anglófonas desembarcaron en el continente se incrementó notablemente el número de los combatientes antifascistas, que en cualquier caso alcanzó su apogeo cuando la guerra terminó).
Toda esta larguísima introducción para introducir el excepcional film de Amos Gitai que la SEMINCI se ha traído a la Sección Oficial, que por cierto no ha gustado a casi nadie. Situada en los días del juicio a Klaus Barbie, el film se centra en la progresiva obsesión de un alto cargo de la burocracia francesa por conocer los datos que rodearon a la detención (previa presunta delación) de sus abuelos maternos, judíos, durante la ocupación alemana.
Si hace nada hablaba de Ingrid Betancourt a propósito de la necesidad de recuperar la dignidad humana mediante signos externos, Jeanne Moreau (la madre judía del prota indagador) es un ejemplo sublime de eso mismo. Reticente a la hora de abordar la tragedia vivida durante la Segund Guerra Mundial, la película nos la muestra siempre impecablemente vestida y maquillada, y la verdad es que impresionantemente hermosa, siempre esquiva a la hora de recordar lo que ocurrió. Rodeada de cachivaches y antigüedades que parecen funcionar como parapeto o remedo de la civilización abolida por el nazismo, protagoniza poco antes de morir una descomunal secuencia que pasará (o debería pasar) a la historia como uno de las muestras más grandes del cine contemporáneo de lo que es la donación simbólica, cuando se lleva a sus nietos a la sinagoga durante la ceremonia del Yom Kippur y les regala la estrella amarilla que portaba durante la guerra (objeto oprobioso convertido en sagrado), a la vez que enuncia la que será la tarea a llevar a cabo (resistir a la intolerancia) por sus descendientes.
domingo, 26 de octubre de 2008
Escapada
Los muertos van deprisa
Los momentos eternos de Maria Larssons
sábado, 25 de octubre de 2008
SEMINCI 1 (espinof)
SEMINCI 1
domingo, 19 de octubre de 2008
Stendhal y Ferlosio
Foster Wallace
sábado, 18 de octubre de 2008
Mon cas
miércoles, 15 de octubre de 2008
Boris Godunov
lunes, 13 de octubre de 2008
Blogueros en Sanse
domingo, 12 de octubre de 2008
On Abbas
Leonor Silveira
Francisca
Francisca viene ser un epígono del gran cine de la modernidad de los 70 (Syberberg sobre todo), con esos diálogos rodados frontalmente en largos planos secuencia y esos actores declamando sus textos lo más alejados posible del naturalismo. El hieratismo preside omnipotente toda la escena, y a lo que más recuerda la peli es a Gertrud, referencia que no tiene misterio porque la filmo proyecta el film de Dreyer como uno de los favoritos del director portugués (que sigue siendo, por lo que sé, un consumidor compulsivo de cine), aunque hay cosas que distancian estas dos películas, especialmente cierto choteo que en Oliveira parece a punto de materializarse a cada instante, aunque siempre se detiene al final: aquí los personajes no tienen exactamente diálogos, sino que parecen esperar su turno para soltar con infinita seriedad una serie de aforismos de corte desmelenadamente romántico (estamos a mediados del XIX entre escritores portugueses, todos compitiendo `por ver quién es más byroniano y más maldito) que basculan entre lo sublime y lo ridículo y que el maduro director parece contemplar con distancia, simpatía, envidia y regocijo, todo a la vez. La historia es simple como ella sola: dos amigos (de esos que ya no necesitan enemigos con lo que tienen) enamorados de la misma mujer, especialmente el que no la consigue, que asiste impotente a la desintegración moral de la pareja y física de los enamorados, más preocupados por sufrir mucho que por otra cosa. Para que Francisca sea identificada como oliveirana sin ninguna duda, añadir ese rasgo evanescente tan propio del portugués centenario de hacer que el espectador se rompa la cabeza intentando averiguar qué es lo que ha pasado entre escena y escena (para qué va a utilizar éstas para hacer avanzar la acción), información que suele esconder en algún imprevisto diálogo en cualquier rincón de la narración (o aquí en los rótulos, que a veces no dicen nada y a veces te cuentan la peli entera, que así de perverso en Don Manoel).
Y en seguida viene El zapato de raso, que es más de lo mismo pero a lo bestia.
viernes, 10 de octubre de 2008
Sanse feliz
Vuelta a Cannes
jueves, 9 de octubre de 2008
Ehrengard y la monarquía circular
lunes, 6 de octubre de 2008
Madalenas y metaliteratura.
Pasado y presente
domingo, 5 de octubre de 2008
THERMOMIX
Pues si, me he comprado una Thermomix, ¿y qué? Estoy harta de las miraditas de reojo, las medias sonrisas y los comentarios del tipo de que somos (¡¿quiénes?!) una secta, de que me cansaré enseguida, de que si además de cocinar va a limpiar el polvo, de que si las recetas son artificiales ... y desde luego no admito lo de que en la época de los romanos, cuando no existían internet, ni la telefonía móvil ni mucho menos la thermomix, hacían el pan amasandolo a mano. ¡Pues claro que si! Y no hay que irse tan lejos: mis abuelas también amasaban el pan a mano y después lo cocían en un horno de leña. Claro que además lavaban la ropa a mano, en el río, y desde luego los platos, con agua calentada en el fuego de la chimenea, porque cuando tenían mi edad no había llegado el agua caliente corriente a su pueblo. Eso fué posterior, en los sesenta, cuando también descubrieron que existía la olla express, la lavadora y el panadero. Lo que quiero decir es que mi Thermomix no es un capricho, ni soy una ingenua por haberla comprado, que no va a enseñarme a cocinar porque ya sé y que su función principal es ahorrarme tiempo. Todavía no he oído a nadie quejarse porque su lavavajillas le lave los cubiertos ni lamentarse de que su ropa quedaría más blanca frotándola con los puños y un cepillo. Con este chisme los pasos en la cocina se reducen (pesa, pica, sofríe, cuece y tritura todo en uno) pero hay que seguir aplicando la intuición, la lógica y las leyes físicas, como en todo. Además, es increiblemente limpio y al terminar lo único que hay que fregar es el recipiente donde se hace todo. Por no hablar de que se programa y te vas, no hay que estar vigilando lo que se cocina durante horas. Claro que aún así habrá quien dirá que la única forma de comer lentejas es cocinarlas a fuego lento removiéndolas durante dos horas y media.