jueves, 1 de abril de 2010

Donnie Darko


No había visto Donnie Darko, film al parecer de culto, y el otro día me la encontré en los anaqueles de una de las bibliotecas que periódicamente saqueo. La verdad es que tampoco he visto ninguna de las otras películas de Richard Kelly, Southland tales no se ha estrenado en España, y sólo he oído cosas negativas de The box.
Donnie Darko me ha parecido una versión teenager de las películas de Lynch: hay un adolescente con brotes psicóticos, asociados, como no podía ser menos, con las pulsiones sexuales propias de la edad, y para las que no encuentra anclaje simbólico en los discursos que le rodean, que son los de un padre preocupado por los impuestos que le harán pagar los demócratas, los de un farsante de la autoayuda que no tardará en mostrar su lado obsceno y los de una terapeuta tan bienintencionada como inocua.
Los profesores que intentan proveer de textos con los que los estudiantes puedan trabajar sus inquietudes son castigados, mientras que las corrientes más demenciales del conservadurismo religioso son promovidas y ejercen un poder censor importante (la peli tiene ese lado progre que probablemente venga de Drew Barrymore, que interviene como productora y actriz).



Total, que cuando aparece la chica que le gusta el pobre Donnie sólo tiene por guía al famoso conejo Frank (fácil de identificar en la foto, para quien no haya visto el film), que en vez de explicarle lo que se hace con una mujer lo manda a quemar casas y a inundar institutos.
Aquello se dirige claramente hacia el desastre, si bien se trata un desastre apocalíptico de andar por casa, propio de los relatos de masas que consumimos, en cine y en libro (pues vemos a la madre del protagonista leyendo a Stephen King). Sin embargo, en algún momento el guionista debió de cansarse de pensar y resuelve el film con un golpe de efecto de chichinabo, como si tampoco Richard Kelly quisiera afrontar los golpes de lo real y el inevitable paso del tiempo.


Donnie Darko no está mal, incluso a ratos está bastante bien, como en ese magnífico plano que abre el film, en el que una cámara que flota ajena a cualquier punto de vista se ve magnetizada por un cuerpo incomprensibe e inquientantemente arrojado en medio de una carretera, y para lo que es el género tramposillo de historia-contada-por-un-loco resulta bastante contenida (no siempre, claro), pero no estaría mal recordar a las nuevas generaciones que las historias hay que cerrarlas, y no quitárselas de encima.

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