La primera película del nutrido pelotón asiático que se ha pasado es Chongqing blues, de Wang Xiaoshuai, película que comienza bien y se va desinflando, aunque siempre es interesante ver como China se parece cada vez más a Blade runner, con rascacielos conviviendo con ecosistemas casi medievales y un aire de deterioro generalizado que mi hermano, que acaba de volver de aquel país, me cuenta que est'a por todas partes.
Aquí hay un padre que regresa a su ciudad natal a averiguar las razones que llevaron a su hijo a morir de un disparo durante un atraco, lo que permita a Xiaoshuai hacer un repaso a casi todos los escenarios urbanos imaginables. Como es fácil de imaginar, allí se vive de manera abigarrada, y es prácticamente imposible vivir una tragedia a solas, siempre hay testigos, aunque el protagonista es filmado a menudo aislado. Curiosamente, el film repite un plano de Los abrazos rotos, aquí también emerge, azarosamente, un aura sublime de un imagen fotográfica de baja calidad, la última que queda del rostro del hijo desaparecido, tomada por una cámara de seguridad.
Si bien hay temas interesantes (ese padre que, a fuerza de insistir, consigue ir trazando un relato para la aleatoria muerte del hijo, como si el sentido fuera fruto de la perseverancia), la película retrocede con respecto al prometedor juicio.
The Housemaid es un film de Im SangSoo que se diría filmado por Park Chan Wook, con el mismo gusto por los artificios visuales y el manierismo narrativo (o por el manierismo visual y los artificios narrativos). Tiene la gracia de mostrar la debilidad del padre de la horda, en este caso un macromultimillonario a punto de tener gemelos (su mujer, claro) que tiene un affaire con la criada, lo que lleva a un complejo sistema de mobbing por parte de las mujeres ricas (y despiadadas) de la casa. A mí me ha cansado.
Dado el tono medio de las dos pelis, uno se pregunta qué hacen Jia Zhang Ke y Hong Sang Soo dando lustre a Un certain regard, misterios de la programación.
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