martes, 25 de marzo de 2008

La bestia humana



Hacía siglos que no veía una película de Renoir, y de ésta en concreto sólo tenía un vago recuerdo de un pase televisivo hace más de 20 años, cuando todavía se pasaban películas en blanco y negro a las diez de la noche. Como es sabido, La bestia humana está basada en una novela de Zola, y tiene otra versión también muy conocida, Deseos humanos, de Fritz Lang, con Glenn Ford (si mal no recuerdo) en el papel que Jean Gabin interpreta aquí, un conductor/ingeniero de locomotoras que se enzarza en una relación un tanto espesa con la mujer de un jefe de estación que también tiene lo suyo.
Lo primero que llama la atención es lo alejado que el universo de ambos creadores está: Zola parece el último escritor del mundo a quien Renoir quisiera adaptar. Los protas de la narración parecen poco más que animales que se ven impelidos a sus acciones por fuerzas atávicas (los genes, la educación, esas cosas) que son incapaces de controlar, y está claro que el escritor está lejos no ya de sentir simpatía por ellos, sino hasta un mínimo de compasión. Pues a Renoir le caen bien hasta los psicópatas más desalmados, y aplica a marchamartillo esa especie de regla casi infalible para hacer buenas películas (y a la que he hecho varias veces alusión en este blog) de que cada cual tiene sus razones. En la tensión entre estos mundos casi incompatibles radica gran parte de la grandeza de esta película, a lo que hay que añadir la pasión y precisión con que Renoir muestra la vida cotidiana de los trabajadores: las escenas en que los protagonistas dialogan mientras se lavan, comen o fuman en la cama antes de dormir son de las más logradas que uno recuerda haber visto en el cine sobre obreros fuera de su horario laboral.

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