lunes, 30 de junio de 2008

Pasaje a la India: la interrogación sobre el deseo

La protagonista o heroína de Pasaje a la India es Adela Quested, una joven inglesa que parte a la India en los años veinte para encontrarse con su prometido, Heaslop, que ejerce allí de juez. En el viaje le acompaña Mrs. Moore, madre de Heaslop. Ambas marchan en busca de un indefinido conocimiento o revelación, algo evidentemente conectado con lo real, y que su entorno no puede ofrecerles. Por la edad de ambas, es obvio que en el caso de Adela se trata del sexo, y en el de Mrs. Moore de la muerte. Pronto ambas se sienten axfisiadas en un círculo social todavía más "inglés" que el que tienen en su país, obsesionados como están todos los funcionarios imperiales por reeditar los ritos nacionales allí donde se encuentran.


Un lugar es concitado desde la primera escena del film como clave en el destino de Adela, las cuevas de Barakar. Hacia esas cuevas será encaminada no por Heaslop, sino por el doctor Aziz, un musulmán indio al que ha conocido por mediación de Mrs Moore (que sorprendentemente no guía el deseo de Adela hacia su hijo, sino que le designa, de alguna manera, a Aziz como pareja). El caso es que Aziz organiza una complicadísima visita a las cuevas con las dos damas, una aventura muy delicada puesto que el contacto entre ingleses e indios es prácticamente tabú entre la colonia inglesa. Un peón fundamental de la marcha es Fielding, un profesor que parece ser el único capaz de moverse entre las dos sociedades (probablemente trasunto de Forster en la novela). Fielding pierde el tren que lleva a Aziz y a las damas por culpa de Godbole, un peculiar brahmán interpretado sin rebozo por Alec Guinness (que parece ser que estaba muy descontento con su interpretación). Godbole tiene un peculiar papel. En un principio se niega a asumir ante las damas el papel de "sabio oriental". Interrogado en la reunión en que se conocen todos los actores del drama (las dos inglesas, Aziz, Fielding y Godbole) sobre las cuevas, su rostro anota inquietud, pero niega cualquier valor religioso o sagrado a las mismas. Allí no hay nada. Y, efectivamente, allí no hay nada, solo oscuridad. Pero algo resuena en su interior, un eco que puede hacerse insoportable. Y es que nada como una pantalla negra para que se proyecten los fantasmas del inconsciente. Tras abandonar a Mrs Moore, Adela y Aziz ascienden solos a las cuevas más altas. Adela se interna sola en una de ellas. La luz de una cerilla sólo puede alumbrar su rostro. Cuando Aziz aparece de la boca de la cueva, en una elaboración visual tan sencilla como refinada (Aziz se recorta contra el blanco deslumbrante, mientras que la mayor parte del plano está completamente en negro, su sombra se proyecta en el suelo dirigida hacia el interior de la cueva), Adela apaga la cerilla (¿para no ser descubierta?¿para invitar a que Aziz entre?). Lean corta la secuencia en ese momento, y no sabremos lo que ocurre. Adela sufre un ataque de histeria y acusa en un primer momento a Aziz de intento de violación, desencadenando un inmenso conflicto social que es aprovechado por los independentistas indios para organizar manifestaciones y por los inglese para cerrar filas (los ingleses que apoyan a Aziz, Mrs moore y Fielding, son considerados traidores y expulsados de la comunidad).
En una secuencia anterior, que Lean cuenta en el papel que dan en la Filmoteca con información sobre la película que no estaba en el libro, Adela se tropieza con un templo en ruinas mientras pasea sola en bicicleta. Allí encuentra varios rostros de divinidades opacas, pero que anotan en su rostro algo del orden del goce. Finalmente, su mirada tropieza entre inquieta y fascinada con una soberbia escultura erótica, en la que una pareja copula, sus rostros entregados al éxtasis. En ese momento un ruido amenazador se incorpora a la banda sonora, y una horda de agresivos monos se abalanza sobre Adela, que huye para refugiarse en los brazos de Heaslop, con el que se promete en ese instante (significativamente, ese paseo es la primera vez en que vemos a Adela con la camisa desabrochada, y cuando regresa a los brazos de Heaslop la vuelve a tener abotonada hasta arriba). Esa huida compulsiva ante la emergencia del goce volverá a aparecer en su respuesta histérica ante la (supuesta) interpelación sexual de Aziz (erróneamente interpretada, porque aparentemente, el verdadero objeto de deseo de Aziz es Fielding, algo que aparece más claramente en la novela).
En el juicio posterior es donde se pondrá en claro el tema de la película, la represión del goce (y el deseo) de la mujer como método de cohesión social (al menos, de la comunidad inglesa). Si algo es obvio en Pasaje a la India es que nada del orden del deseo circula entre los ingleses, y que el fantasma del sexo interracial es el tabú más férreamente exigido. Por eso cabe calificar de heroico el reconocimiento en público de Adela, durante el juicio, de que la escena de la agresión fue una alucinación fantasmática: el inserto de una de las damas llamando puta a Adela viene a certificar que lo que ella confiesa es el deseo de que la demanda sexual se hubiera producido. Aunque la verdad del inconsciente (el deseo por Aziz) le haya resultado insoportable en las cuevas, su afirmación delante tanto de la comunidad inglesa como india la dota de un aura trágica.
En el último plano de la película, un hermoso y misterios plano muestra a Adela por primera vez con el pelo suelto, tras un cristal sobre el que cae la lluvia, tras recibir una carta en que Aziz reconoce por fin el valor que Adela demostró en el juicio. No sabemos si ese rostro desfigurado por la lluvia hace referencia a la caída del narcisismo imaginario, o a la purificación del sujeto tras el calvario padecido.

1 comentario:

Santiago dijo...

vi la peli en uno de mis vuelos a Buenos Aires desde Tucuman. es interesante aunque un poco larga. de todos modos aprendi un monton