El otro día, posteando en el blog de Daniel Quinn, y a propósito del pequeño ciclo que dedican a Luis Miñarro en La Casa Encendida, recordé que había entrevistado a Lisandro Alonso y a Albert Serra con ocasión del pase de Liverpool y El canto de los pájaros en la Quincena de Realizadores, ambas producidas por Miñarro, que comentaba lo ruinoso que resultaba el exitoso periplo festivalero de películas como esas, dado que eran solicitadas por un montón de certámenes, lo que implicaba tirar copias subtituladas y pagar viajes a la parte del equipo que no era invitada. La verdad es que en un festival de cine, más que hacer entrevistas te las quitas de encima, porque siempre hay que encajarlas entre un montón de actividades, y en cuanto las acabas pasan al pozo del olvido, pero en este caso hubo un par de anécdotas curiosas que siempre quise contar.
Como el pase de Liverpool coincidió con la aparición estelar de Maradona para presentar el documental que Kusturica (que no sabe español) había rodado sobre él, a alguien se le ocurrió la idea de que preguntáramos a todo argentino que nos cruzáramos qué opinaba del jugador, que al parecer tiene en su país iglesias dedicadas a su culto. Y como yo me crucé con Lisandro Alonso, le pregunté (bien que con una inflexión que invitaba al choteo cómplice) qué opinaba de su compatriota.
- Para mí Maradona es Dios, es el más grande, contestó para estupor mío, y tan serio que me di cuenta de que de choteo nada, que con el monoteísmo no se juega. Me quedé tan sorprendido que le pregunté si lo decía de verdad, y me dijo con la misma seriedad que completamente, que para él Maradona era lo más grande del mundo (o alguna hipérbole así). Así que en seguida pasé a preguntar sobre el sustrato mítico del film, la opacidad psicológica del personaje y esas cosas que se le ocurren a uno viendo las pelis de Alonso. Ni la (estupenda) película de Alonso ni el (megalómano) documental de Kusturica se han estrenado todavía, así que no avanzaré nada sobre ellos (la verdad es que el documental me lo ahorré, que ya Alberto contó que era un demencial dúo de dos ególatras que apenas cabían juntos en el mismo plano).
El canto de los pájaros sí se ha estrenado, por decirlo de alguna manera, porque en Madrid ha aguantado un par de semanas con una sesión diaria en el Pequeño Cinestudio, aunque en el Cahiers le dedican tropecientas páginas, en ese mismo Cahiers en el que aparecía Honor de Caballería como una de las mejores películas del 2007. Pues eso mismo le comenté, qué le parecía encontrarse en ese club tan selecto, donde la verdad es que siempre aparecen los mismos y donde cuesta mucho hacerse un hueco. Total, que estupor similar al alonsiano me invadió cuando el bueno de Serra se descolgó con que no le daba importancia alguna, porque todas las pelis que aparecían en la susodicha lista antes que la suya le parecían detestables, momento en que hice un ímprobo esfuerzo de memoria gracias al cual recordé que entre esas pelis detestables estaban Paranoid Park, Inland Empire y Death Proof, películas que además de gustarme me parecían mejor que la suya. Aquí no se me ocurrió preguntarle si hablaba en serio porque era obvio que así era. Y aunque a mí me gusta El canto de los pájaros, me parece que derrocha la misma arrogancia y autosuficiencia que su director .
Y como postdata, y aunque no tenga nada que ver con la presente entrada, recomendar vivamente a cualquiera que se la tropiece la película de Skolimowski que abrió la Quincena, Las cuatro noches de Ana, no vaya a ser que se pase en algún sitio raro o la compre algún marciano y alguien se la pierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario