sábado, 28 de febrero de 2009

Cuentos de hadas contemporáneos


Decía Godard que cuando uno veía un film de Kiarostami se daba cuenta de que el cine no era cuestión de dinero, y lo mismo se podría decir de Wendy y Lucy, la excelente película de Kelly Reichardt que pasan este finde en La Casa Encendida, y que me acerqué a ver gracias a los consejos de Daniel en la blogosfera.
W & L pertenece a la vena minimalista del cine independiente americano, género en el que, al parecer, la directora es una estrella emergente, pero voy a aproximarme a ella a través de su maridaje con una película con la que, en principio, no parece tener mucho que ver, precisamente de Kiarostami: ¿Dónde está la casa de mi amigo?
Las dos se podrían considerar ejemplos de lo que llamo cuentos de hadas (o cuentos maravillosos, siguiendo la terminología de Propp) modernos, caracterizados porque la tarea del héroe es mínima (devolver un cuaderno a un compañero de clase, encontrar un perro), y las figuras que les rodean, potenciales destinadores, son incompetentes (no aciertan a dar la dirección correcta, no son capaces de arreglar un coche), cretinos, farsantes o malvados (el profesor, el dueño de la tienda), y en las variaciones más siniestras directamente incestuosos. Aquí la protagonista encuentra acogida en la figura paternal del guarda de seguridad, que le hace una promesa de futuro (el perro aparecerá), y hasta le hace donación de un objeto mágico (un móvil) pero la envía al lugar equivocado, el bosque, el emblemático lugar del encuentro con lo real y donde, efectivamente, sufre una agresión (en el caso de la mucho más autoconsciente película iraní el motivo geográfico era el del laberinto).
Wendy y Lucy es una película tristísima, aparentemente el personaje principal tiene un destino, Alaska, por el que no siente ningún interés; intuimos que está huyendo de algo, tal vez un triángulo familiar en el que lleva todas las de perder (en una conversación telefónica su cuñado se muestra inquieto por su suerte, pero su hermana la trata con mucha agresividad); la manera en que se aferra anímicamente a su perra nos dice mucho de su soledad; al final del film se encuentra en una situación todavía más deteriorada que al comienzo, cuando ya era una homeless.
Aunque tiene un soberbio travelling al comienzo, un ejemplo de plano "contemporáneo" (la cámara sigue a la pareja protagonista demsiado lejos para considerarlo un plano descriptivo, pero tampoco articula un punto de vista objetivo, el plano dura bastante para lo que narra, hasta el punto de volver inquietante lo que muestra), el film es bastante sencillo formalmente. Buena parte de su éxito descansa en la soberbia encarnación que de Wendy hace Michelle Williams, actriz de la que no sé nada (bueno, tampoco sé nada de la directora), aunque Daniel cuenta en la entrada que dedica a la película que se rumoreó una candidatura al Óscar: se ve que con la nominación de Frozen river se consideró cubierto el cupo de cine raro.

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