Dos horas en el aeropuerto, supuestamente por esa forma de emergencia de lo real en versión posmoderna que es ese volcán que, en vez de destruir civilizaciones, que es lo que han hecho los volcanes clásicos de toda la vida, esparce una nube invisible de cenizas que se carga la imprescindible red semiótica de la navegación aérea europea, aunque también existe la posibilidad de que todo se deba a que las torres de control se lo pasen en grande ejerciendo aleatoriamente la potestad de la que han sido investidos por el volcán.
Me he dejado una moneda en el bolsillo al pasar el detectar de metales de la puerta de embarque y ha saltado la alarma, lo que implica que te descalcen y que te sometan a un profesional y exhaustivo manoseo. Supongo que hay un protocolo para explorar los zapatos, pero a mí me da corte que extraños miren cosas tan impregnadas del lado más físico de mi persona.
En Cannes nos hemos enterado de que el festival ha dado el salto digital y ya no hay cintas, todo son archivos en internet, y nosotros nos hemos venido con la tecnología antediluviana de cuando a las imágenes les quedaban algo de consistecia, aunque fuera en forma de números grabados en una cinta magnética. DHL nos ha perdido una maleta de edición, de la que esperamos (dado que es un trasto bastante grande que pesa 35 kilos) que haga acto de presencia mañana a más tardar, y el Festival ha tenido la gentileza de inaugurar con Robin Hood, película de la que lo mejor que se puede decir es que, en un día en que hay mucho que hacer, nos la podemos ahorrar.
Terminamos la jornada cenando en el Vesubio un Steak Tartare, inveterada tradición del primer día heredada de los tiempos heroicos en que veníamos con Gasset.
2 comentarios:
Pero Enrique... ¿quien te ha hecho el chequeo exhaustivo ha sido un aguerrido muchacho o una chica guapa? Ese detalle falta.
El chequeo ha sido muy políticamente correcto y me lo ha hecho un tío con cara de aburrido.
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