Cuando los americanos se gastan más de cien millones de dólares en hacer una película, ésta tiene que durar, al menos, dos horas y media (salvo que sea de animación). Ayer me vi El caballero oscuro, una película en que salen Batman y Joker, y luego, de comparsas, los alcaldes, comisarios, fiscales, jueces, mafiosos, concejales y policías de Gotham City, que en manos de Nolan parece una ciudad normal con muchos rascacielos, y no esas demencias visuales de Burton. Imagino que la película está basada en varios tebeos diferentes, porque el mismo esquema se repite varias veces, esquema que viene a ser una variante de elección ética imposible, del tipo si nadie mata a este individuo, voy a volar un hospital.
Así que la narración avanza por acumulación, y llega un momento en que uno teme que no termine nunca. Hay las típicas secuencias de acción, muy bien rodadas y no tan interminables como las del primer Batman nolaniano, en que el desfile de figuras paternas de todo tipo sólo era superado en aburrimiento por el inacabable clímax final. El caballero oscuro parece una relectura neomanierista de El hombre que mató a Liberty Vallance, eso sí, mucho más ampulosa, llena de subrayados y con tanto palabrerío por parte de todo el que sale que hasta Joker, el personaje que acaba comiéndose el film, termina siendo tan plasta como los libertinos de Sade, siempre empeñados en soltar tiradas de decenas de páginas antes de torurar a sus víctimas.
Si bien comparada con la Ford su película pierde en todos los campos, y Nolan sigue siendo tan pretencioso como siempre, hay que reconocerle que es un director de cine y rueda sus escenas probablemente con una sola cámara; vamos, que hay puesta en escena, y no ese pupurrí de planos pegoteados en el avid que parece la marca de fábrica de tanto producto yanqui.
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