miércoles, 4 de agosto de 2010

Lecturas veraniegas III




Un hombre que duerme es un trayecto místico sin iluminación final, o sea, un relato místico contemporáneo. El protagonista vive una epopeya de despojamiento, en que va vaciando de contenido toda su vida, a la espera de un acontecimeinto epifánico que nunca llega. Tras unos meses en que va recortando su vida cual eremita medieval, tiene que reconocer que no ha llegado a nada y vuelve a su rutina social.


Villa Amalia es algo parecido pero en versión femenina. La protagonista se tropieza con su chico en brazos de otra mujer, y a partir de ahí se embarca en un proceso de despojamiento que no acaba de llevarla a ningún sitio, al menos en el film de Jacquot, que igual en la novela del exquisito Quignard las cosas son diferentes. Aunque desde una óptica menos patriarcal y falocrática que la mía se puede entender también como el proceso de liberación de la pesadilla de la heterosexualidad para alcanzar el éxtasis del narcisismo matriarcal, con esa casa marcadamente materna en la que la prota acaba siendo acariciada por los rayos del sol, entregada a un placer tautológico sin los problemas que los hombres, siempre empeñados en fallar a la hora de la verdad, plantean.

2 comentarios:

´´ dijo...

Vamos que duerme una siesta. Villa Amalia no la vi.

abbascontadas dijo...

Pues sí, al final resulta una siesta de varios meses.
Villa Amalia no está mal, lo mejor es la parte central, en la que la Huppert pasea por los Alpes y llega a italia y al Mediterráneo, todo sin diálogos.