Baudelaire le proponía a su madre Caroline encuentros clandestinos en el Louvre: "no hay otro lugar en París donde se pueda conversar mejor; hay calefacción, se puede esperar sin aburrirse y por otra parte es el lugar de encuentro más decente para una mujer." El miedo al frío, el terror del aburrimiento, la madre tratada como una amante, la clandestinidad y la decencia sumados en el lugar del arte: sólo Baudelaire podía combinar estos elementos casi sin darse cuenta, con completa naturalidad.
Este es el deslumbrante comienzo de La Folie Baudelaire, la última pieza de ese inagotable work in progress que son los libros de Calasso, el hombre que lo ha leído todo (y ha publicado en Adelphi mucho de lo mejor).
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