lunes, 14 de noviembre de 2011

My joy



Éramos cuatro gatos (treinta personas) ayer en La casa encendida para ver esta peli de Sergei Loznitsa que tuvo su repercusión en su estreno en Cannes del año pasado, y que luego se ha paseado por muchos festivales, y que ningún distribuidor español va a comprar en la vida. Se ve que la cinefilia no es lo que era, o que con la mejora de la tecnología doméstica y la accesibilidad de las imágenes la mayoría se ven estas cosas en su casa.


El personaje-guía del film es un camionero que se adentra en una Rusia que va dejando atrás la civilización: sale de una ciudad para atravesar pueblos, poblachos, y acaba encallado en un bosque, donde sufre un asalto y se convierte en un simple, uno de esos idiotas rusos que no hablan y vagan por los caminos (pero, obviamente, sin el aura de santidad que tiene ese personaje en la tradición eslava). En ambas facetas vive aventuras que están lejos de articular un relato: caracterizadas por la violencia, la agresión y el sinsentido, se relacionan entre sí como los diversos motivos musicales de una sonata, saltando en el tiempo y el espacio, aunque dejando claro que la vida en Rusia está marcada de siempre (o, por lo menos, desde el estalinismo) por la arbitrareidad y la ley obscena de la violencia.


Además de resultar interesantísima y parecerme muy buena, de My joy se puede decir que es una de las películas más nihilistas y oscuras que se hayan hecho nunca, en la que nada del orden de la catarsis surge de su (des)articulación narrativa. Descomposición del relato y de una sociedad, resulta imposible adivinar donde reside el goce del irónico título.

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