lunes, 28 de diciembre de 2009

Avatar y otras derivas

Leyendo a A.G.Porta



"Como ella, hubiera querido ser escritor, pero no tiene ni voluntad ni perseverancia para invertir las horas necesarias"


Tradiciones navideñas


A mí me gusta la Navidad. Una de las tradiciones ancestrales de la familia es que la generación de mediana edad (antes éramos los hijos, pero ahora también somos padres) nos vayamos al cine el día de Navidad. La elección suele ser complicada, porque hay buscar una película de consenso que no haya visto nadie; a veces la elección es imposible y suele haber bajas. Este año la película era incuestionable, y 13 familiares entre los 10 años (mi hijo pequeño) y los 43 (yo) nos acercamos a los Ideal a ver el mega espectáculo de James Cameron.
Las cosas de la crítica
Aunque no leo crítica cinematográfica me han llegado ecos de cierta sorpresa ante la calidad del producto que ha manufacturado el director. No sé si es así, o qué esperaban ver. Por mi parte, me he encontrado con lo esperado, una obra brillante, megalómana y pretenciosa, como pasa siempre con Cameron, al que se le va la mano en el metraje y siempre cree que va corto. Cameron es el gran reciclador high-tech de relatos tradicionales y modernos (de La bella durmiente del bosque a Philip K. Dick y Ballard, para entendernos), y probablemente lo que le diferencia (y le pone por encima) de otros directores expertos en cacharrería como Bay y Emmerich es la honestidad y sinceridad que pone en su aproximación al material narrativo que utiliza, que se ve que le encanta.

La utopía New age


Un marine atormentado y paralítico se sueña aprendiz de ancestral guerrero en una cultura que podríamos considerar tradicional si no fuera porque descubrimos que el ministerio de la igualdad ha pasado por sus vidas y allí las mujeres son también guerreras y cazadoras, y ninguna se dedica a tener hijos. Esta tribu vive en comunión con la naturaleza a través de una deidad femenina, Eywa, una corriente de energía que se comunica a través de todos los seres vivos, a excepción, por supuesto de los falócratas y judeocristianos humanos, que sólo pueden salir a la jungla con prótesis para respirar y sólo observan la naturaleza a través de monitores y una óptica depredadora. Donde pone humanos hay que leer wasps, porque allí no hay negros y las escasas mujeres militan en el campo de los buenos, esto es, los humanos que quieren comprender y compartir el conocimiento de la tribu.

La trituradora narrativa


Hay quien considera el ecologismo de la peli de parvulitos, pero da la impresión de que Cameron se lo cree. Se le puede considerar la versión (todavía más) políticamente correcta de la Fuerza de Lucas, con su rollito femenino, pero el director ya apuntaba maneras en Abyss (que por otro lado es mi película favorita de Cameron). De todas maneras el director y guionista se nutre de infinidad de fuentes y se ve que se lo ha trabajado, porque consigue una fluidez narrativa de notable eficacia: en la sesión en la que estuve hubo que interrumpir durante bastantes minutos la proyección para atender a un espectador, justo cuando comenzaba el último acto, y nadie se movió de la sala aunque ofrecieron devolver el dinero de la entrada al que lo solicitara. Aún así, se le puede echar en cara (como hizo mi hijo mayor, que se quejaba de que la narración era en exceso previsible) que la trituradora haya pergeñado un producto demasiado apto para todos los públicos y casi sin aristas. Un ejemplo: como sabe cualquiera que haya leído un par de manuales de antropología, o haya visto Un hombre llamado caballo, los ritos de iniciación de cualquier tribu guerrera incluye el dolor físico y la inscripción del mismo en el cuerpo (vamos, que se acaba con cicatrices), experiencia límite que aquí se nos hurta. En su favor, decir que Avatar incluye lo más aproximado al derrumbe de las torres gemelas que el cine de ficción norteamericano se ha atrevido a representar explícitamente.


El padre ejemplar

Cuando a mis hijos les conté que un avatar en la mitología hindú hace referencia a la encarnación de una divinidad (Krishna es considerado el avatar más perfecto), mi hijo mayor se sorprendió de que supiera esas cosas: él lo había leído en wikipedia y le parecia extraño que se adquiriese conocimientos por otras vías. También les conté que la peli tenía bastantes referencias a las anteriores películas de Cameron, y en mi afán pedagógico pensé en enseñarles algunas (sobre todo Aliens y Abyss, que no han visto), pero como mi hijo mayor empezó a vacilarme con el hecho de que Alien era una antigualla y que no se creía las películas de ciencia-ficción viejas, decidí empezar por esa obra fundacional, y ayer les puse la cinta de Ridley Scott, que por supuesto les dejó pegados al sillón de casa y con la boca abierta. Alien es lo contrario de Eywa, también una deidad femenina pero en su vertiente más psicóticamente destructiva (que en el film tiene su "doble" cibernético pero igualmente letal e insensible en Madre, que es como se llama el programa informático que controla la nave y que ha dado la orden de que se sacrifique a la tripulación para preservar a su versión orgánica).

Las cifras

Como la principal publicidad que se ha hecho de Avatar es que es el film más caro jamás rodado (cosa que tampoco está clara), miro las recaudaciones a día de hoy: en 10 días lleva más de 400 millones de dólares en todo el mundo, la taquilla no desciende con el paso de los días, arrasa en el formato 3D (que a mí me parece una chorrada). Imagino que a estas alturas ya le han pedido a Cameron que vaya escribiendo la segunda parte (¿volverán los humanos a Pandora con mogollón de avatares avanzados, cual terminators de segunda generación?), aunque entre manos parece que tiene otro proyecto llamado Battle angel, que no tiene pinta de ser un proyecto indie precisamente. Es probable que Avatar anuncie el cine del futuro, o al menos el único cine que mueva a la gente a salir de su casa y gastarse una pasta en ver una película en una sala, pero está claro que es un cine que van a poder hacer muy pocos.


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