jueves, 3 de diciembre de 2009

El 68, probablemente


El otro día me tropecé a las puertas de la Filmoteca con una manifestación en la que unos cuantas decenas de chavales disfrazados de okupas gritaban las consignas que les indicaba el líder de la marcha a través de un megáfono. Empezaba una letanía de esta guisa:

"Viva la lucha..."

y la concurrencia coreaba dócilmente:

"... de la clase obrera."

(de la misma manera que en el concierto de Alejandro Sanz el cantante con menos voz del planeta comenzaba el estribillo, y cuando se aburría dirigía el micrófono a la concurrencia para que le terminara la canción).

Teniendo en cuenta que la principal lucha de la clase obrera actual es conseguir que las fábricas y plantas industriales no acaben en el Este de Europa o en Asia, y que ninguno de las manifestantes tenía pinta de haberse puesto un mono nunca, es difícil adivinar a qué se referían con el eslogan de marras, pero lo recordé al día siguiente cuando me vi al amparo del silencio de la madrugada El diablo, probablemente, película que a Bresson se le debió de ocurrir un día que aburrido de leer a Pascal o el Port Royal se acercó a misa de 12 en Notre Dame y se tropezó con alguna aguerrida marcha de jovenzuelos gritando consignas.



El protagonista de la película de Bresson es un chaval de cara angelical y genio de las matemáticas que deambula perdido entre la selva de discursos que pueblan el post 68, discursos que van de lo más pedrestre (una asamblea estudiantil donde se grita "Viva la destrucción" entre aclamaciones, una escena que me recordó la mani del día anterior) a lo más elaborado (en este caso, el ecologismo, por el que Bresson debía de sentir alguna simpatía). Por el camino vemos, por ejemplo, iglesias vacías que aún mantienen vestigios de lo sagrado. También están las drogas y el terrorismo, y sobre todo la libertad sexual, que es algo que debía de abismar a la gente en la más profunda tristeza, visto el careto de todas las mujeres que en la peli comparten cama con el ángel caído (que son varias).




Si hay algo marcadamente ausente en esta película son los padres de los protagonistas, de los que únicamente vemos las casas burguesas que habitan. Las figuras que representan algo del orden del saber son más bien irrisorias, como un psicoanalista de baratillo que desgrana frases hechas como si revelase verdades divinas.

Las películas de Bresson pueden dividirse entre aquellas en las que el protagonista es redimido al final y aquellas en las que se suicida. Éste se suicida, pero para que no nos ahogue el suspense el director nos lo cuenta en la primera escena (en otras ocasiones el desenlace se cuenta en el título, como en la maravillosa "Un condenado a muerte se ha escapado", aunque durante la peli se te olvida).

El diablo, probablemente fue el primer film de Bresson que vi, con 15 años y en la Filmoteca, y me dejó absolutamente fascinado, todo se me descubría misterioso y profundo, la secuencia en que el protagonista explica a un grupo de jóvenes como hay que pisar (probablemente un chiste privado de Bresson acerca de la manera que tenía de dirigir a los actores) me parecía que contenía secretos arcanos que con el paso del tiempo se me descubrirían. Cada vez que la vuelvo a ver me hace gracia recordar ese deslumbramiento adolescente, y me sorprende la enorme tristeza que destila el film (como la de Lancelot du lac, también el retrato de un mundo condenado a la destrucción).

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