viernes, 4 de diciembre de 2009

Genealogía de un deseo

1- El artículo de Muñoz Molina

Como alguna vez he contado los sábados me leo en el ordenador el artículo de Muñoz Molina por influencia de Susana, que me ha contagiado ese rito del fin de semana. Normalmente comentamos el contenido, y si se presta a ello hago alarde de mis conocimientos, del tipo "pues yo tengo un par de libros de Moreno Villa en casa", nada grave, vamos.
2- Cortázar
La semana pasada hablaba del descubrimiento de la narrativa latinoamericana por parte de un adolescente inquieto de provincias, y citaba en concreto el relato de Cortazar La isla a mediodía, el primero del autor argentino que leía. Resulta que también fue el primer cuento de Cortázar que yo leí, porque era el primero que aparecía en el volumen de cuentos de Cortázar de la coleccón de RTVE que todos teníamos en casa.
3- El deseo frustrado
Así que le escribí a Susana que iba a leerme inmediatamente el cuento de nuevo, del que recordaba vagamente que el protagonista era alguien que iba en avión y se encaprichaba de una isla que acababa visitando. En su día me compré la edición de los Cuentos Completos de Cortázar que publicó Alfaguara, pero he sido incapaz de localizarlos por más vueltas que le he dado a la casa (siempre puede pasar que lo haya prestado o lo haya guardado en una caja).
4- Cortázar versus Borges
Hace no mucho veía o leía a Mendoza comentar que ya nadie lee a Cortázar mientras que Borges perdura tras el ostracismo político que sufrió (imagino que fue en el blog de Francis Black, que suele colgar cosas así). Me hizo gracia porque yo dejé de leer a Cortázar hace tiempo (el último intento, no hace demasiado, fue con 62/Modelo para amar, y se me cayó de las manos al poco de comenzarlo), pero Borges me ha resultado prgresivamente insoportable, y ahora soy incapaz de terminar sus relatos manieristas.
5- Pasiones adolescentes
Rayuela fue uno de los textos claves de mi adolescencia (como le ocurró a todos los adolescentes leídos de mi generación), y durante mucho tiempo lo leía cada cierto tiempo, con la complacencia de ver que cada vez me resultaba más transparente ese océano infinito de citas. En la misma Feria del libro en que compré el ejemplar del tochazo de Cortázar me hice con Ficciones y con El corazón de las tinieblas: finalmente ha sido Conrad la compañía más perdurable de todas.
6- Las bondades de internet
Susana, que no había leído a Cortázar (es de una generación posterior, se ve que los mitos literarios de su adolescencia ya eran otros) no tuvo problemas en encontrar el cuento en internet. Así que lo busqué por recomendación suya y, por fin, me lo leí. Me gustó mucho reencontrarme con ese estilo voñuntariamente antiliterario y esos personajes vagamente insatisfechos de una vida que consideran falsa, y que encuentran un atisbo de una realidad más plena (los absolutos de Horacio) en fugaces epifanías que surgen en medio de lo cotidiano. Y hasta me hizo gracia el giro sorpresivo del final (previsible sobre todo porque es un recurso que se ha utilizado muchísimo en la ficción popular en los últimos años), una de las marcas de la casa.
7- Conclusión
Ninguna. Mi hijo quiere el ordenador y cierro esta entrada.

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