viernes, 26 de febrero de 2010
Leyendo a Ibargüengoitia
jueves, 25 de febrero de 2010
Sobre el pez fugu
miércoles, 24 de febrero de 2010
Elogio del voyeur
Siempre se le presenta como un desarraigado que construye su prodigiosa obra a escondidas, pero es obvio que las mujeres que fotografía tenían que ser conscientes de su presencia. Tichý vivía (y probablemente sigue viviendo) en Kijov, su pueblo natal, que según leo en Wikipedia tiene 12.000 habitantes. Si, como cuenta Muñoz Molina, el fotógrafo salía de mañana y volvía por la noche tras hacer unas cien fotos, día tras día durante décadas, en el pueblo donde nació y donde, es de suponer, tenía amigos y familiares y debía de ser bastante conocido, es impensable que durante todo ese tiempo nadie se diera cuenta de que hacía fotos a mansalva.
De hecho, recuerdo que en muchas de las fotos que se pudieron ver en Madrid el año pasado, en la galería de Norman Foster, las mujeres claramente posaban para la cámara, y más de una mostraba una sonrisa resplandeciente. Tampoco parece creíble lo que se sugiere de que nadie supiera de las fotos. Un laboratorio de revelado es algo complicado que requiere material, papel y líquidos que hay que agenciarse. No parece natural que los vecinos se mostraran absolutamente indiferentes a la obra de un excéntrico que debía de ser el artista de la localidad y que se pasaba el día fotografiando a las lugareñas.
Teniendo en cuenta esa inefable aureola erótica que rodea a las mujeres de Tichý/Kijov, más me imagino al artista solitario como una reencarnación moderna y tecnológica de Paris, un voyeur con un ojo infalible para descubrir el esplendor de la carne, el Otro verdadero para el que las mujeres de Kijov se arreglaban, y me imagino las conversaciones vespertinas en los cafés, las chicas que comentan entusiasmadas que esa mañana han sido fotografiadas por Tichý; y qué decir de la primera vez, la apenas adolescente que corre a contar a sus compañeras que ya ha sido, por fin, modelo para el objetivo de la caja de galletas con la que nuestro excéntrico captaba sus instantáneas.
Para tener éxito sólo es necesario hacer algo peor que nadie en el mundo, cuenta Muñoz Molina que suelta Tichý en alguno de los documentales que le han dedicado, un aforismo que le debería valer la entrada en cualquier texto sobre teoría del arte contemporáneo. En cualquier caso, la prueba definitiva de la entrada de Tichý en el Olimpo es la aparición de falsos Tichy, como esta vulgar postal soft porn, donde es manifiesta la ausencia del fulgor de las figuras del fotógrafo.
lunes, 22 de febrero de 2010
Brazil, o tres veces Stoppard
domingo, 21 de febrero de 2010
Fritz Lang en Le Mépris
Resulta curioso ver la reverencia con que Fritz Lang es tratado en Le Mépris; no recuerdo en el primer Godard una figura que encarne la autoridad que sea tratada con tanto respeto. En el film no sólo es el director que participa en la época dorada del cine clásico norteamericano, esa especie de paraíso perdido que Godard añora y homenajea aunque sea mediante el sarcasmo, o en el gran momento que vivió el cine alemán mientras el país se desmoronaba. Lang encarna una idea de la civilización europea que va de Homero a Bertold Bretch, una forma de pensar el mundo a través de la palabra que Godard cree ya perdida pero a la que rinde homenaje. Olímpicamente elegante, Lang parece moverse por encima de las pequeñas pasiones que mueven al resto de los personajes, especialmente a ese Michel Piccoli que lo admira sin reservas y que sabe que nunca podrá ser como él.
Le Mépris forma con Pierrot le Fou lo que podríamos llamar un sublime díptico sobre el Mediterráneo, filmado por Coutard en color y cinemascope. Desconozco las razones por las que Godard eligió a Brigitte Bardot para hacer de Anna Karina, tal vez cosas del productor, pero lo hace bastante bien. Michel Piccoli le da un aire diferente a los personajes más bien atolondrados que protagonizaban las películas del Godard de los 60, más melancólico y menos inocente.
sábado, 20 de febrero de 2010
jueves, 18 de febrero de 2010
Errores judiciales
Dado que me puse a deambular unos cuantos días por los cuentos de Sherlock Holmes, Susana me recomendó (y prestó) una novela de Julian Barnes que tenía a Conan Doyle de protagonista. Arthur & George está basada en hechos reales, y considerablemente importantes en la historia del derecho inglés, según se cuenta en la contraportada, pero de los que no tenía noticia alguna (ni yo ni probablemente nadie que no sea un especialista en derecho inglés), lo que tiene su importancia en la novela (la llamo novela porque la narración está completamente ficcionalizada, y los protagonistas convertidos en entes de ficción mediante mecanismos de los que se dan pistas en el propio texto), dado que estamos ante un error judicial del que el George del título fue víctima, entre otras cosas, por prejuicios raciales (aunque inglés era de ascendencia parsi), y cuya defensa pública asumió Conan Doyle cuando era ya un famosísimo escritor. O sea, un J'accuse a la inglesa. Evidentemente, el affaire Dreyfuss se cita a menudo en el libro y Conan Doyle se ve como un Zola anglosajón, y por supuesto Barnes dedica páginas a reflexionar (a través de George Edalji, que además de acusado injustamente es abogado) acerca del hecho curioso de que Dreyfuss siga siendo un hito ineludible en la Historia de Francia y el caso Edalji cayera en el olvido más completo (hasta ser recuperado por el novelista inglés) a los pocos años de suceder, incluso en vida de los protagonistas.
Michael Kohlhaas fue uno de los últimos escritos de Kleist, que imagino que se sentiría identificado en muchos aspectos con la sed infinita de justicia de su héroe. Kleist se pasó su corta vida reclamando un reconocimiento que nunca obtuvo, empezando por Goethe, que le ninguneó humillantemente (desde su punto de vista).
Apóstol de la pureza literaria, a la que se entregó con devoción absoluta (y a menudo cómica; se le suele citar como claro precedente de la relación de Kafka con la escritura), Kleist confiaba en que la posteridad reconociera su genio, aunque una pequeña encuesta a mi alrededor me ha demostrado que todavía puede considerarse lectura de los happy few, a pesar de contar con una de las adaptaciones cinematográficas claves del cine contemporáneo, La marquesa d'O, de Rohmer (no conozco, lamentablemente, la versión que Bellochio hizo de su obra de teatro El príncipe de Homburg).
En cualquier caso Michael Kohlhaas es una obra maestra absoluta, una nouvelle que acompaña a Bartleby y a Hadji Murat en el olimpo de las novelas cortas que alumbran la modernidad (fácilmente encontrable en español en una cuidada edición de Nórdica). El protagonista, un honrado tratante de caballos recién convertido al protestantismo incipiente (el propio Lutero aparece en el libro), es humillado gratuitamente por un noble de su provincia. Obsesionado por ver reparada la injusticia que contra él se comete, va descubriendo que los contactos e influencias que el noble posee en los estamentos locales hacen que su justa demanda se vuelva en su contra, hasta que se alcanza un punto de no retorno. Michael Kohlhaas se levanta en armas, poniendo en marcha un mecanismo con un desarrollo independiente que irá triturando a todos los protagonistas del drama. Alegoría del nacimiento del Estado moderno y su razón de estado, apasionante relato de aventuras, crónica del hundimiento del feudalismo medieval y retrato de la quiebra simbólica que supuso para Occidente el cisma de Lutero, Michael Kohlhaas, narración tan lúgubre como ferozmente divertida, es una introducción ideal para conocer al que probablemente resulte a un lector de hoy en día el escritor más actual del Romanticismo alemán.
Previsión
miércoles, 17 de febrero de 2010
Derivas victorianas
martes, 16 de febrero de 2010
Del visillo como significante fundacional
Si bien ese espacio "resguardado" es la base para la posible construcción de un inconsciente, otro de los factores implicados en el proceso es la donación de una palabra que se viva como verdadera y fundante, lo que implica tanto al peso que tenga esa palabra como al gesto mismo de donación. En El hombre elefante ese momento es completamente explícito, tiene lugar en la admirable escena en que la Sra Kendall, la única actriz que no se vuelve loca en el cine de Lynch, le entrega un volumen con las obras de Shakespeare e interpreta con él una escena de Romeo y Julieta (es significativo que el otro texto sublime citado en el film, el Salmo XXIII, también lo haya recibido Merrick de una mujer, de su madre; en este film son las mujeres las que detentan esa función de destinadores simbólicos).
Si el visillo se puede considerar la quintaesencia de lo humano es debido también a su extrema fragilidad. Su función es puramente simbólica, ningún visillo detendrá nunca una agresión. En El hombre elefante no impide, desde luego, que la pulsión obscena que siempre acecha en Lynch invada el espacio de Merrick en esa escena que es exactamente la contrapartida siniestra del encuentro con la actriz.
lunes, 15 de febrero de 2010
Decepción
domingo, 14 de febrero de 2010
El padre obsceno
sábado, 13 de febrero de 2010
El hombre elefante: introducción
viernes, 12 de febrero de 2010
La Cosa Sublime
JEHOVA es mi pastor;
nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará yacer;
Confortará mi alma;
guiárame por sendas de justicia por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de muerte,
no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo:
tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Aderezarás mesa delante de mí,
en presencia de mis angustiadores;
ungiste mi cabeza con aceite;
mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida.
SÓLO PARA AUSTENIANOS
Alguien me recomendó la lectura de Nancy Mitford diciéndome que era para chicas, no sé si buscando que yo entrara al trapo de una discusión acerca de la existencia o no de literatura femenina y esos rollos. Total, como es un tema que no me interesa y a fin de cuentas soy una chica, empecé a leer A la caza del amor con bastante interés. Y no me he arrepentido.
En el prólogo el escritor mallorquín José Carlos Llop compara a Mitford con Jane Austen y Edith Warthon, retratistas las dos de la alta sociedad a cada lado del atlántico, aunque yo me quedo con las imágenes de la primera. Nancy MItford sitúa la historia, en parte autobiográfica, en el marco de la sociedad rural terrateniente en Inglaterra en los años veinte y treinta del siglo XX, justo hasta que empieza la segunda guerra mundial, que al parecer supuso el fin de ese tipo de vida con todas sus tradiciones. La primera mitad de la novela es lo mejor, cuando se cuenta cómo pasó su infancia la protagonista, Linda, en la mansión de sus padres en el campo, Alconleigh, que siempre tienen nombre estas casas y su propio carácter y siempre se las trata como si fueran personas. El comportamiento extravagante de la excéntrica familia está contado con un sentido del humor brillantísimo, hay momentos de carcajada. Al parecer los rasgos de los personajes han sido sacados de los propios padres y hermanas de la escritora. Por supuesto no paran de tomar té, de asistir a bailes en otras casas del vecindario y de montar a caballo, para pasear o para participar en la caza del zorro. Linda se pasa la vida persiguiendo el sueño infantil de encontrar su príncipe azul, “el príncipe de Gales”, y poco a poco se va echando a perder en lo que supone en realidad la búsqueda de la felicidad.
Mientras leía todo el rato me imaginaba los ambientes, las ropas y los peinados como si se situase en el siglo XVIII, hasta que algún elemento como el teléfono y los coches me hacía recordar dónde me encontraba. Todo lo demás, las presentaciones en sociedad, los bailes, la importancia (y el deseo) de tener un marido, las rentas, el carácter de las mujeres, es igual que en Austen, lo que nos puede llevar a la reflexión de que la sociedad rural británica no evolucionó nada en dos siglos.
Ha sido todo un descubrimiento. Voy a buscar el resto de sus novelas que ha publicado Libros del asteroide. Y al parecer hay una serie de televisión (imagino que de la BBC) donde se adaptan A la caza del amor y Amor en clima frío, la siguiente novela publicada.
jueves, 11 de febrero de 2010
Inland Empire I
Segundo día del mes Lynch, con su última película, Inland Empire, de la que todo el mundo sabe que es su obra maestra y una summa de su cine, pero que a mí me cansa en su parte central, cuando la Dern pasa al otro lado del espejo y el film se convierte en una sucesión de escenas conyugales progresivamente deterioradas, y el director se diría que se mete en un jardín del que no sabe muy bien como salir. Total, que como ya me había visto un par de veces la peli me fui cuando empezaba la parte que me aburre, lo que quiere decir que participé en un proceso de decodificación fragmentario del texto de clara raigambre vanguardista y rompedor. Un espectador del siglo XXI, vamos, y no esa inercia decimonónica de quedarse hasta el final.
Aunque con la habitual estructura lynchiana de cajas chinas en que cada nivel de la narración para ser el delirio de algún personaje (si bien no se sabe muy bien de cual), el grueso de Inland Empire lo protagoniza Laura Dern, una actriz algo venida a menos que se encuentra ante su última oportunidad al protagonizar un film junto a un joven con fama de casanova. La actriz tiene un marido multimillonario y algo amenazador, que impone una prohibición estricta al joven partenaire de la chica en el film. Como Inland Empire tiene algo de cuento de hadas uno sabe que la pareja transgredirá la prohibición, si bien lo sorprendente es la (aparente) presencia de una figura masculina en el universo lynchiano capaz de hacer respetar la ley. Pero nada, falsa alarma, mucho bla, bla, bla pero al final el marido asistirá impotente al encuentro sexual de Nikki y Billy, los onomatopéyicos nombres de la pareja actoral, para acabar desfondándose como marido de tres al cuarto en las diferentes facetas del delirio de Dern.
En ese espacio hacen su aparición un tanto fantasmática una corte de amantes del actor, una especie de coro griego que se manifiesta, sobre todo, a base de coreografías divertidísimas, lo que no quita que su presencia aterre a Nikki. Es muy significativo que todas las chicas sean marcadamente más jóvenes y atractivas que Laura Dern, lo que podría indicar que su participación en el film va más allá de su interpretación y de la producción: estas secuencias en que se manifiesta el miedo al envejicimiento y al desplazamiento a manos de mujeres inevitablemente más jóvenes parece más un tema de la actriz que del director.
miércoles, 10 de febrero de 2010
Lynch en la Filmoteca
Asímismo se nos cuenta la hilarante trayectoria del director, retratado como un soberano imbécil y un cantamañanas de tomo y lomo, con alguna de las secuencias más divertidas del muy divertido Lynch, como aquella en que se encuentra a su novia en la cama con el operario que limpia la piscina.
Por descontado abundan las imágenes marca de la casa, como las figuras de poder misteriosas, siniestras e irrisorias, como el sempiterno enano que salta de peli en peli o el Cowboy, una figura ridícula que sin embargo resulta bastante inquietante, y que le indica al director lo que debe hacer para salir del atolladero en que se encuentra (que es, básicamente, ceder en su aspiraciones y aceptar las imposiciones de una pareja de gánsters también desternillantes y aterradores).
Total, que las dos protagonistas se conocen, se hacen amigas, y aunque ya son dos adultas se meten en un fregado algo tontorrón que al director le sirve para ocultar que probablemente:
a) Son la misma chica en diferentes momentos, lo que podría llevar a la conclusión que lo que vemos es el conocido trayecto de la joven ilusionada que llega a la gran ciudad con ganas de comerse el mundo para acabar estrellada, chapoteando en la prostitución y en los brazos de un mafioso que la liquidará en cuanto la engañe. La película estaría narrada en el delirio de la agonía, siguiendo esa curiosa costumbre de muchos films de los últimos años de contar la historia desde el punto de vista de un muerto.
b) Las chicas son distintas y cada una es el delirio de la otra: la chica ingenua delira que es una actriz fascinante, y la amante del gánster que es una ingenua chica del campo que tiene una nueva oportunidad. En ambos casos el delirio imaginario se iría degradando paulitanamente para acabar en brote psicótico.
En cualquier caso Mulholland drive se abisma en el conocido espacio irreal de Lynch justo en el momento del encuentro sexual de las protagonistas, que filmado en la oscuridad de la alcoba tiene un marcado carácter fantasmático. Como se recordará, justo después del citado encuentro se van al Club Silenzio (casi una parodia del espacio "oscuro" lynchiano, con sus cortinas y sus playbacks) lo que da paso a la parte delirante del film, en la que las protagonistas saltan de espacio en espacio y de personaje en personaje, hasta que aquello acaba como el rosario de la aurora.
martes, 9 de febrero de 2010
Arthur & George
Sólo he visto el primer episodio de Lost
lunes, 8 de febrero de 2010
Noticias y curiosidades
Manifiesto de eñe
"El conjunto Sistema Literario Que Escribe en Lengua Española se divide en dos subconjuntos: los que luchan en la Guerra Civil Española y los que luchamos en la Guerra de las Galaxias"
"Cuando hoy leo sobre escritores actuales que pasan por supermodernos y “rupturistas” y “mutantes”, no puedo evitar reírme: no sólo nacen la mayoría anticuados porque repitan fórmulas ya gastadas y estériles de los años setenta, sino que, al lado de Aliocha Coll, que lleva dos decenios enterrado, sus propuestas son cuasi galdosianas, por mucho “ciberespacio” que metan en sus obras tan perecederas. Me temo que son carne de tan pronto olvido como el propio Aliocha Coll, con la salvedad de que él nunca estuvo de moda ni fue jaleado por los tuertos críticos, y por tanto jamás pudo abandonar ese olvido al que se entregó deliberadamente."
Los peligros de la droga
"El ganador de 4 Grammys latinos Ramón Ayala fue detenido en diciembre, junto con los músicos de su banda Los Bravos del Norte, acompañados de 24 sexoservidoras (eifemismo poético con el que se nombra a las prostitutas) acusados de complicidad con el crimen organizado por encontrarse en una fiesta organizada por uno de los grandes capos de la droga. Los músicos y las putas fueron los únicos detenidos."
(La literatura del narco, por Marc Caellas, en el último número de Quimera)
Cautiverios
Como en la Biblia se habla poco de los años que Moisés pasó entre la corte del faraón, De Mille tira de Shakespeare para narrarnos intrigas palaciegas, rivalidad entre hermanos, pulsiones femeninas (el sumun del erotismo: la escena en que la hija del faraón extiende una tela transparente y comenta con sus criadas que la guarda para su anhelada noche de bodas) y fastuosas escenas de grupo, como esa especie de musical desmelenado y utopía sexual interracial con que el director se inventa la vuelta de Moisés de una campaña exitosa en Etiopía, de la que regresa con el rey etíope y su desmelenada hija (que le tira los tejos sin rubor al hierático Heston) de prisioneros.