La introducción es básicamente para decir que El hombre elefante me parece una película maravillosa por la que profeso una admiración sin límites (porque crece con cada visionado, ayer fue el último). Desconozco la milagrosa conjunción de circunstancias que llevó a que le encargaran este proyecto considerablemente ambicioso a un joven director cuya única tarjeta de presentación era una marcianísima práctica de fin de carrera, eso sí, brillantísima y llena de talento, pero hecha con cuatro duros y cuatro técnicos y cuantro actores (en ese entonces era imposible saber que Eraserhead contenía casi todos los elementos narrativos y visuales por los que se haría luego famoso Lynch). Parece ser que a Mel Brooks le impresionó la película y le ofreció el proyecto a Lynch, cuya aparición en los títulos de crédito como guionista parece indicar que le dejaron meter mano en la película, que también posee muchos elementos claramente lynchianos, pero con una significación desplazada, por así decir. Así que las sesenta o setenta entradas que tengo en mente escribir sobre El hombre elefante girarán en torno esas marcas del director que aquí aparecen ocupando otro espacio en la significación del film.
No hay comentarios:
Publicar un comentario