Dado que me puse a deambular unos cuantos días por los cuentos de Sherlock Holmes, Susana me recomendó (y prestó) una novela de Julian Barnes que tenía a Conan Doyle de protagonista. Arthur & George está basada en hechos reales, y considerablemente importantes en la historia del derecho inglés, según se cuenta en la contraportada, pero de los que no tenía noticia alguna (ni yo ni probablemente nadie que no sea un especialista en derecho inglés), lo que tiene su importancia en la novela (la llamo novela porque la narración está completamente ficcionalizada, y los protagonistas convertidos en entes de ficción mediante mecanismos de los que se dan pistas en el propio texto), dado que estamos ante un error judicial del que el George del título fue víctima, entre otras cosas, por prejuicios raciales (aunque inglés era de ascendencia parsi), y cuya defensa pública asumió Conan Doyle cuando era ya un famosísimo escritor. O sea, un J'accuse a la inglesa. Evidentemente, el affaire Dreyfuss se cita a menudo en el libro y Conan Doyle se ve como un Zola anglosajón, y por supuesto Barnes dedica páginas a reflexionar (a través de George Edalji, que además de acusado injustamente es abogado) acerca del hecho curioso de que Dreyfuss siga siendo un hito ineludible en la Historia de Francia y el caso Edalji cayera en el olvido más completo (hasta ser recuperado por el novelista inglés) a los pocos años de suceder, incluso en vida de los protagonistas.
El libro es amenísimo y describe estupendamente el período del cambio de siglo, poco después de que muriera la reina Vicoria, en el que destacan la incorporación de las minorías coloniales a la vida de la metrópoli y el cambio de paradigma de la figura femenina, ejemplificado en las diferencias entre la mujer de Doyle, una especie de amable esposa victoriana, y su amante, Jean, mucho más participativa en la vida pública (algo así como pasra de Jane Austen a Henry James).
El principal acierto del libro, y donde se juega todo, es en el retrato de los dos protagonistas, bastante opuestos en casi todo pero iguales en un elemento capital: ambos son dos ingleses "periféricos": Conan Doyle es escocés de ascendencia irlando-católica, George Edalji es hijo de un parsi convertido al anglicanismo y de una escocesa, un "mestizo", como se le llama a sus espaldas. Los dos se adhieren sin reservas al ideal inglés de la época victoriana, sin doblez de ningún tipo. Esa ausencia de substrato obsceno (al contrario que los "verdaderos" ingleses, que no tienen problema en mentir, irse de putas o hacer alarde de prejuicios racistas) les convierte en unos ingenuos: george es incapaz de imaginar que en su persecución haya móviles racistas (y por lo tanto poco cabellorosos), Conan Doyle imagina que cuando la justicia resplandezca los culpables serán arrastrados por el fango para su escarnio, encontrándose con que las instancias públicas prefieren soluciones de compromiso que no agiten el status quo de los diversos estamentos.
Michael Kohlhaas fue uno de los últimos escritos de Kleist, que imagino que se sentiría identificado en muchos aspectos con la sed infinita de justicia de su héroe. Kleist se pasó su corta vida reclamando un reconocimiento que nunca obtuvo, empezando por Goethe, que le ninguneó humillantemente (desde su punto de vista).
Apóstol de la pureza literaria, a la que se entregó con devoción absoluta (y a menudo cómica; se le suele citar como claro precedente de la relación de Kafka con la escritura), Kleist confiaba en que la posteridad reconociera su genio, aunque una pequeña encuesta a mi alrededor me ha demostrado que todavía puede considerarse lectura de los happy few, a pesar de contar con una de las adaptaciones cinematográficas claves del cine contemporáneo, La marquesa d'O, de Rohmer (no conozco, lamentablemente, la versión que Bellochio hizo de su obra de teatro El príncipe de Homburg).
En cualquier caso Michael Kohlhaas es una obra maestra absoluta, una nouvelle que acompaña a Bartleby y a Hadji Murat en el olimpo de las novelas cortas que alumbran la modernidad (fácilmente encontrable en español en una cuidada edición de Nórdica). El protagonista, un honrado tratante de caballos recién convertido al protestantismo incipiente (el propio Lutero aparece en el libro), es humillado gratuitamente por un noble de su provincia. Obsesionado por ver reparada la injusticia que contra él se comete, va descubriendo que los contactos e influencias que el noble posee en los estamentos locales hacen que su justa demanda se vuelva en su contra, hasta que se alcanza un punto de no retorno. Michael Kohlhaas se levanta en armas, poniendo en marcha un mecanismo con un desarrollo independiente que irá triturando a todos los protagonistas del drama. Alegoría del nacimiento del Estado moderno y su razón de estado, apasionante relato de aventuras, crónica del hundimiento del feudalismo medieval y retrato de la quiebra simbólica que supuso para Occidente el cisma de Lutero, Michael Kohlhaas, narración tan lúgubre como ferozmente divertida, es una introducción ideal para conocer al que probablemente resulte a un lector de hoy en día el escritor más actual del Romanticismo alemán.
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