jueves, 4 de marzo de 2010

Películas y libros




Kleist y el derrumbe de la sociedad patriarcal





"Apenas había dado unos pasos, se encontró con el cadáver del arzobispo, al que acababan de sacar destrozado de los escombros de la catedral.
El palacio del virrey se había hundido,
el tribunal donde se había dictado la sentencia estaba en llamas,
y en el lugar en el que había estado el hogar paterno había aparecido un lago del que brotaba un hirviente vapor rojizo."
El terremoto de Chile, Heinrich von Kleist, Atalanta



To y sus amigos



Sparrow es lo que se suele denominar un divertimento, To coge a sus amigos, haciendo de lo que suelen hacer, un grupo masculino con tensiones de jerarquía en su interior pero con apreciable cohesión grupal, dedicado a una actividad delictiva que encaran con profesionalidad (aunque aquí son carteristas y no van pegando tiros), y les mete en medio una mujer que hace estallar ese apacible universo.



A mí me pareció una peli francamente menor, aunque tiene encanto el extraño trasvase de géneros que se producen continuamente.



Sexo y signos de puntuación


En la primera página de La marquesa de O, Kleist oculta bajo un guión la escena sobre la que pivota todo el relato, el encuentro sexual del que la marquesa, aparentemente, no guarda ningún recuerdo (si bien una lectura satírica del texto permite pensar lo contrario). Ese guión, uno de los más famosos de la historia de la literatura, sólo es respetado en una de las tres traducciones que hay disponibles en español y que yo conozca, la de Carmen Bravo-Villasante para Alianza. La de Cátedra simplemente lo obvia, y Miguel Sáez, en Atalanta, lo sustituye por puntos suspensivos, que, creo yo, no es lo mismo.

Los dioses jóvenes tienen sed




Los guardianes, carceleros, fotógrafos, dactilógrafos o, simplemente, chóferes (y verdugos para completar la jornada laboral) de los jemeres rojos que aparecen en el documental de Rithy Panh sobre S21 (uno de los centros de detención más famosos de la dictadura jemer) se refieren, todavía con una evidente mezcla de respeto y temor, al Partido, el Angkar, como a una deidad con sus atributos de omnisciencia y omnipotencia (el Partido lo ve todo, lo sabe todo, no puede equivocarse), a la que se le ofrecían en sacrificio el cuerpo y la sangre de los detenidos, pero, sobre todo, sus confesiones, relatos perfectamente articulados en el que se glosaban traiciones y sabotajes, y especialmente el nombre de los próximos sacrificados.


La muerte del padre y la hipermicronarrativa




Voy por el quinto volumen de La Familia Fortuna, y he descubierto que estoy ante una hipernovela, concepto que (leo en el blog de Juan Francisco Ferré) acuñó Calvino para referirse a las novelas que se construían a base de la proliferación de relatos en su interior, o sea, Si una noche de invierno un viajero... o La vida instrucciones de uso, obras que están, evidentemente, en la base de este libro de Stella. En el universo Fortuna, la maquinaria narrativa se pone en marcha a partir de una explosión, la que acaba con el padre, que libera todo tipo de narraciones, cada una en un estilo, si bien esa quiebra en el universo simbólico se había producido antes: el patriarca era ya un bastardo que no pudo heredar el apellido paterno porque nunca fue reconocido.



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