martes, 26 de agosto de 2008

Caos calmo, o el caso Moretti



Nanni Moretti es una institución en Italia, y no sólo en el campo del cine, donde regenta una especie de factoría cinematográfica como si fuera el taller de un maestro renacentista: dirige, escribe, produce e interpreta películas (además de poseer una distribuidora y una sala, si es que no la ha vendido), con diferente peso en cada apartado según el caso (en Caos calmo es el coguionista y el protagonista absoluto), y todos los productos que de allí salen tienen un aire de familia. Muy apoyado por el lobby cahierista, las que él dirige tienen derecho a figurar en la Sección oficial de Cannes, sin duda el club más selecto de la aristocracia cinematográfica internacional, aunque la pertenencia a ese club no garantice la excelencia; como prueba y sin salir de Moretti, podemos citar El caimán, hasta la fecha el último film dirigido por Moretti, inédito en España, y exhibido en la Croisette hace dos o tres años, una diatriba contra Berlusconi algo (o bastante) pedestre, aunque es cierto que Alberto y yo consideramos cuando la vimos que la pérdida del poder por parte del amigo italiano de Aznar (y de Putin) hacía inútil la cinta, y al final el tiempo nos ha quitado la razón.
El caso es que ésta la dirige un tal Antonello Grimaldi, según reza el cartel que adjunto en el blog (que en su día me avisaron de que un blog sin fotos es como un jardín sin flores), del que no sé nada, aunque no hay que ser un genio ni hace falta leerse la nota de la distribuidora para adivinar que viene de la tele. Y es que visualmente la cosa no pasa de ser un telefilm, y el guión tampoco se eleva demasiado por encima de lo correcto y eficaz. Y Moretti es una presencia que aguanta una peli entera sobre él, pero no es lo que se dice un actor de caerse de espaldas. Total, que en este caso el misterio a descubrir es por qué, dicho lo anterior, Caos calmo es una excelente película de la que uno sale tan contento (porque, además, Caos calmo es una comedia). Y antes de avanzar mis hipótesis voy a contar que a mí me gustan más las pelis de Moretti que no ha dirigido él (la de Luchetti en la que hacía de despiadado político socialista y aquella tan bonita con la Tedeschi de ex-terrorista de las brigadas rojas) que las propiamente suyas, o sea, realizadas por él, salvo Caro diario, que me pareció absolutamente feliz, y a falta de ver La habitación del hijo.
El caso es que el comienzo es muy bueno: dos hermanos que pasan el día en la playa se lanzan a salvar a dos mujeres que se ahogan, ante la pasividad inquietante de los amigos de éstas. A su vuelta, Moretti/Pietro descubre el cadáver de su mujer (que ha muerto en un accidente de una caída, pero que ya se sabe que si en un texto una mujer muere de esta manera, es que hay una falla en el ámbito del sujeto, un hombre que no ha sabido "sujetarla") y la mirada acusadora de su hija (algo así como aquel demencial melodrama de Sirk en que moría un médico todo bondad por culpa del crápula de Rock Hudson, Sublime obsesión). Y el desarrollo es estupendo: Moretti, casi como un juego, le dice a su hija que no va a moverse de la puerta de su colegio, la primera vez (en su vida) que la lleva, y durante meses lo cumple a rajatabla. De repente, su presencia en el parque frente a la escuela ancla de sentido todos los movimientos que se producen azarosamente en su entorno. Los personajes que lo atraviesan comienzan a tomar entidad a través de esta mirada. Y no sólo eso, el vacío emocional que aqueja al personaje lo convierte en una especie de agujero negro alrededor del cual empiezan a girar todos los coprotagonistas de su vida, ya sea familiar o laboral (que para los que no leen a los místicos diré que es casi axioma en su literatura que cuando el alma se vacía Dios no puede más que ocupar ese espacio, aunque en estos tiempos descreídos venga a ser una comunidad la que se entrometa en ese vacío), hasta al punto de que prácticamente el banco donde se instala se convierte en el centro de todas las conspiraciones que se urden alrededor de la fusión de su empresa con una multinacional, lo que da lugar a intrigas más o menos inquietantes y diálogos tan hilarantes como el que establece una clasificación de las fusiones atendiendo a categorías teológicas, genial y delirante a la vez. La película no pierde el tono en ningún momento y se permite el alarde final de la extraordinaria escena del cameo (genial) de Polanski, que yo diría que lo ha realizado él.
Y además, el final es redondo, (SPOILER) con la hija teniendo que romper el cordón umbilical del que su padre no parece ser capaz de desprenderse.
Así que, como conclusión, podríamos decir que Caos calmo ha renunciado a ser una obra maestra para ser, simplemente, una película preciosa.

1 comentario:

Susana dijo...

No puedo añadir nada, lo has dicho todo. Es una peli preciosa. Yo lloré al final, cuando la niña le pide de regalo de Navidad que deje de esperarla a pie de cole.