He estrenado el ciclo de Woody Allen en la Filmoteca con El dormilón, comedia de las primeras que no había visto. He llegado pronto y he encontrado mesa libre en la cafetería, gesta mucho más complicada que encontrar disponible mi asiento favorito. El público era (muy) mayoritariamente masculino. Y aquí se acaba lo más interesante que puedo contar. El dormilón es tan aburrida que me he marchado a los veinte minutos, cuando se ha acabado el primer rollo.
De camino a casa me he pasado por la biblioteca, donde me he puesto muy contento al descubrir Cuentos carnívoros, libro del que hasta ayer no conocía su existencia, pero que tras leer la entrada que Eduardo Berti le dedicaba en su blog me ha parecido imprescindible para poder sobrevivir con dignidad el resto de mis días.
Como un puente tan largo más que largo parece infinito, como si aboliera el tiempo, y en el cupieran una cantidad ilimitada de actividades, he decidido que se lo voy a dedicar a Flaubert, y especialmente a Salambó, de la que Raúl Ruiz me contó en Sanse que estaba preparando una adaptación. Y he encontrado también en la biblio La bella mentirosa, que no he vuelto a ver desde su estreno, y que malo será no encontrar las tropecientas horas que dura.
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