lunes, 27 de diciembre de 2010

El discurso del Padre


Un hombre recibe unas palabras de su padre para que las pronuncie en público, y ante la multitud se queda mudo, incapaz de articular ni la frase más sencilla y trillada. Podría ser el comienzo de un sueño de Kafka o de una película estupenda, pero ha caído en manos de un incompetente que ha llevado a cabo un espanto titulado El discurso del rey, que parece ser que está nominado a muchos Globos de Oro o a alguna bisutería similar.

Además de un uso feísimo del gran angular, focal peligrosísima que sólo debería estar permitida a directores de acreditado talento, Tom Hooper hace gala de una incompetencia pasmosa para entender la historia que tiene entre manos, para filmar una amistad masculina o para hacer creíble el entorno cotidiano del poder.


Pero bueno, fuimos un montón de personas a verla y al resto le gustó, así que algo eficaz tendrá la película, que cuenta las dificultades de un hijo para ocupar el lugar del padre, especialmente en el campo de la palabra. El padre es un Padre con mayúscula, el rey de Inglaterra, y el hijo está atravesado por una curiosa fractura: no es el heredero al trono pero es aquel al que todos destinan a ese lugar (un lugar muy curioso). Así que, en cierta manera, se siente como un impostor: su problema no son las humillaciones infantiles o la falta de confianza del padre. Al contrario, lo que le abruma es la designación paterna como la persona adecuada para llevar a cabo la ingente misión que le espera.


Por descontado, el sujeto se considera siempre incapaz de colmar el espacio que sociosimbólicamente le está destinado; y en cierta manera es este déficit entre la miseria de cada individuo concreto y las cualidades que se le exigen el que funda la subjetividad. En todo cuento de hadas hay un momento en que el héroe afronta la prueba que demuestra su idoneidad para el puesto que le espera, y no deja de ser sintomático que en muchos casos haga "trampas" para superarla. En El discurso del rey también las hay, y para que fluya el discurso heroico Jorge VI (encarnando esa voz que articule un relato sublime que genere la suficiente energía colectiva como para hacer frente al enorme potencial de goce siniestro que la voz de Hitler moviliza) debe modular las elevadas palabras con triviales melodías populares y mezclarlas con los términos más soeces del idioma.

2 comentarios:

Agus Alonso-G. dijo...

Estoy de acuerdo en que el uso del gran angular puede ser considerado de abuso, aunque a mí la película me encantó.

abbascontadas dijo...

El problema es que la realización (y en menor medida, el guión) no están a la altura de la historia (apasionante) que tienen entre manos. Creo que el guionista se equivoca al enfocar el aprendizaje en el molde tópico del profesor heterodoxo y genialoide, tipo Club de los poetas muertos o Will hunting, y los chistecillos sobre los problemas de tratar a un rey parecen pensados para el público norteamericano. Otras cosas funcionan mejor, como el retrato demoledor que se hace de la frivolidad del heredero y Mrs Simpson.
Y creo que la peli se queda a años luz de lo que Frears conseguía en The Queen a la hora de transmitir lo que era la vida cotidiana de algo tan marciana como la monarquía británica (o de cualquier monarquía con mucha tradición).
En cualquier caso, como de cía, un relato muy eficaz, visto lo que le gustó a mi familia.