En vez de reunirse con ese novedoso fantasma que recorre la España virtual, y que recibe el nombre de "internautas", el megalómano Álex de la Iglesia podría enclaustrar a los miembros de la Academia de Cine en el Círculo de Bellas Artes y obligarles a ver alguna de las películas de Sirk con que nos regala estas navidades. Sin duda los realizadores españoles saldrían ciegos de allí, como Pablo de Tarso camino de Damasco, fulminados por esa sobredosis de belleza, inalcanzable para sus pobres entendederas, y hasta es posible que dejaran de perseguir imaginarios piratas informáticos (¿pero de verdad Gerardo Herrero piensa que alguien, alguna vez, en algún lugar del mundo, se ha tomado la molestia de descargarse una peli suya?)
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